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La habitación estaba tan solo iluminada por la luz del ocaso, el silencio era interrumpido por suaves cantos y pequeñas quejas qué salían de la garganta de la infanta, provocados por el sonoro y seco sonido de los zapatos del príncipe chocar contra la fría piedra.

— El ejército de los Lannister no será suficiente para detenernos, cuando logremos avanzar Aemond y Baela recibirán al ejército en Harrenhal. — Daemon apoyó su espalda baja en una mesa, rodando sus ojos al oír el grasnido de aquel cuervo.—

— ¿Podríamos hablar de otra cosa? —la voz quejosa de Rhaenyra acompañó la de su hija.— Te quería comentar la mejora de Visenya, el Maestre dijo qué está libre de riesgos.

— Eso me alegra el alma, mí amor. —el hombre platinado se acercó hasta ella, besando la sonrisa que se había formado en sus labios.— Pero debes entenderme, la seguridad de nuestros hijos es una prioridad para mí.

— Mí hermano nunca les haría nada. —calmó con voz delicada, acariciando su mejilla.— Son su sangre, Daemon, Jace y Luke tampoco lo permitirían.

— Prefiero prevenir cualquier amenaza, Mí Reina. —la mujer negó suavemente algo divertida, observando cómo su esposo acariciaba y besaba la frente de su hija.— Sí me disculpas, iré a ver sí Aegon o Viserys lograron domar algún dragón.

— Cuidalos, no pongas a nuestros hijos en peligro tu tampoco. — tras asentir, el Targaryen solo salió de la habitación.—

Rhaenyra suspiro audiblemente, pellizcando la rojiza mejilla de su amada hija.

Aegon abrió sus parpados dejando ver ahora sus pupilas violetas, volteando su rostro para observar a su hermana sentada en la mesa con una pluma entre sus labios y un pergamino en su mano.

— ¿Lo anotaste bien? —se inclinó para poder ver bien, aceptando qué la letra en alto valiryo de su hermana era mejor qué la suya.—

— ¿Era Harrenhal o Maidenpool? —consultó confundida.—

— Sabes qué tengo mala memoria, hermana. — la platinada chasqueo su lengua, asintiendo.— Pero supongo qué es Harrenhal, allí tienen dominio ahora.

— Bien, se lo pasare a Daeron entonces. —enrollo el pequeño pedazo de pergamino, tomando el listón qué el adverso le ofrecía para atarlo.— ¿Sabes donde está?

— Estaba entrenando con Harry y Luke. — Cuando ambos se levantaron Aegon suspiró audiblemente, llevando sus manos a su espalda baja.— Te acompañaría, Hel, pero son muchas escaleras.

— No te preocupes, quédate y descansa. —beso la mejilla de su hermano, dejándolo solo en sus aposentos.—

Cuando la princesa Targaryen salió de la habitación, saludo al Lord Mano qué justo se dirigía al mismo lugar de donde ella estuvo, y siguió luego con su recorrido.

A Heleana se le estaba haciendo muy complicado mantener una sonrisa y su característico buen humor cada vez qué veía el vientre de su hermano o a este con su sobrino sonreirse fascinados cada vez qué sus manos se entrelazaban sobre su bulto.

Los sueños se lo habían advertido infinidades de veces, pero nunca algo exacto. La imagen de un bebé recién nacido llorando y escupiendo sangre de color negro la carcomio durante esos últimos meses. Tuvo el horrible presentimiento de qué podría ser su nueva sobrina, pero gracias a los Dioses había nacido fuerte y sin inconveniente.

Sin embargo la realidad la había golpeado muy fuerte cuando notó qué el único gestante en ese momento era Aegon. Y aunque le rogara a los Dioses porqué se equivocara, estos actuaban de maneras extrañas.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora