𑁍051

139 10 3
                                    

Hace ya un día habían partido de aquella milagrosa cabaña. Ya estaban a un par de pueblos de Roca Dragón, sin embargo decidieron descansar ya qué era demasiado tarde, la luna brillaba de manera inigualable arriba de ellos.

Harry y Jace habían cazado a un jabalí esa mañana, el cuál estaban terminando de comer en ese momento. Todos comían tranquilamente alrededor de la fogata, sin embargo, cierto platinado estaba lejos de ellos, acostado sobre una sabana en el suelo y con su mirada perdida en el cielo.

Su corazón estaba desolado, su mente tan cansada qué solo podía aferrarse a esa persona qué lo ayudaba a tener su cordura casi intacta. Suspiró viendo las estrellas. Realmente creía qué las lagrimas ya se le habían acabado por completo, pero qué aún así había una muy afilada daga qué se clavaba en su corazón cada vez qué el llanto de su hijo, su único hijo, pasaba por su mente.

Le agradecía tanto a sus Dioses por haberlo dejado vivir aquel día, haberle dado la oportunidad para poder tomar venganza por su hijo, su bella estrella qué lo acompañaba esa noche, cómo lo acompañará para siempre.

La luz de la luna creó una sombra sobre él cuando cierto castaño metió su cabeza en su rango de visión, teniendo una amable sonrisa en su rostro.

— ¿No tienes hambre? — se sentó a su lado, llevando una mano a sus cabellos para acomodarlos. — Sobró mucha carne.

— No tengo mucho apetito. — le devolvió cortamente su sonrisa, volviendo su mirada al cielo. —

Jacaerys se sentó a su lado sin borrar su pequeña sonrisa, apoyándose en su antebrazo para poder besar la mejilla de su prometido.

— Deberías comer, amor. — besó la comisura de sus labios. — Bajaste bastante de peso, no es sano.

— ¿Te molesta cómo me veo? — su voz era neutral, sin volver su mirada de unas aves qué volaban por allí. —

— Sabes qué no. — negó levemente con su cabeza. — Pero solo quiero qué hables conmigo, sabes qué juntos podemos salir de esto.

Jace, al notar cómo el Targaryen seguía evitando su mirada, posó su índice en su mentón y giró delicadamente su rostro hacia él, dejando suaves besos en sus labios esperando a qué el platinado diga algo.

— Solo estoy cansado. — dijo en voz baja, haciendo qué los besos del castaño se detenga y solo se dedique a acariciar su rostro. — Sinceramente ya no sé qué más esperan los Dioses de mí, o sí se están burlando o algo por el estilo pero estoy muy cansado.

— Lo resolveremos. — se acostó a un lado suyo, acariciando su cabello. — ¿Bien? Lo resolveremos todo, y un día, todos los Señores de Westeros se acobardarán ante nuestra gloria. Y sabrán que, mientras otros se acobardaban, nosotros seguimos luchando. Te amaré más profundamente cada día que estés a mi lado. Nunca te dejaré, siempre estaré de tu lado. Y estaré eternamente agradecido por ti y el amor que me das.

Aegon ahora sí dirigió su mirada hasta él, sus ojos violetas brillando entusiasmados cómo sí fuese un chiquillo ante las palabras dichas por su prometido; escondió su sonrisa en el pecho del adverso, dejándose acurrucar.

— Te amo. — dejó un pequeño beso en su hombro. — Te amo demasiado, gracias por no dejarme.

— Nunca lo haría, mí luna.
















— ¡Levántense! — gritaba Leiah, sacudiendo a todos con su pie. — ¡Ya es muy tarde! ¡Arriba!

El primero en despertar entre quejas fue Harry, soltando un jadeo adolorido cuando su novio enterró más su codo en una de sus costillas gracias a la extraña posición qué tenía al dormir.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora