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Aunque a Aegon un mes atrás se le hacía chistoso bromear sobre lo pesada qué era Lady Ophelia con su esposo, ahora no le hacía ninguna gracia.

La chica de pelos dorados no soltaba al Rey Consorte en ningún momento, charlando con él todo el día y estando colgada de su antebrazo incluso mientras recorrían los mercados de algunos pueblos o Aegon estaba con ellos.

A Lucerys y Daeron aquello también les molestaba, a ambos por diferentes razones, por supuesto.

— Deberías ponerla en su lugar. — regañó el Velaryon a su hermano. — Ella no es tu esposa, no la dejes actuar cómo tal.

El Rey Consorte al ver la actitud frivola y cómo había comenzado a evitarlo su esposo comenzó a tomárselo más en serio, se sintió ofendido enormemente. No le gustaba saber qué el Targaryen había comenzado a desconfiar de él.

Entre aquel lío amoroso, Camile comenzaba a disfrutar de la vida qué tanto había esperado.

Lord Floyd, el encargado de hacer de traductor entre ellos y su prometido o los dothrakis, le había comentado tanto a ella cómo a todos el tipo de personas qué eran, cómo vivían la vida y sobre todo su cultura.

Gracias a esto, Camile, Luke y Aegon gozaban todas las noches de las batallas con espadas qué se daban en los fogones. Peleaban entre ellos o con otros jóvenes dothrakis, la mayoría de las veces perdiendo, sin embargo también se dignaban a entrenar con ellos, forjando una nueva ferocidad a la hora de luchar.

Incluso el creciente Thomas se les unía, compartiendo tiempo con los niños de su edad. Leiah y Sophia, más dadas a ayudar con las comidas, alentaban al Rey, príncipe y futura khalessi en cada uno de sus enfrentamientos.

Harry pasaba horas estudiando el idioma de los dothrakis, acompañando a su novio en sus entrenamientos con un pesado libro en sus manos. Jacaerys, Daeron y Ophelia siempre observaban desde la lejanía, sentados bebiendo o la chica Lannister esperándolos cuando pasaban tiempo con sus dragones.

Camile le había demostrado el evidente disgusto qué aquello le provocaba. Compartir tiempo con sus dragones era algo muy privado en las vidas de los Targaryen y qué aquella chiquilla después de convivir tan solo dos meses se tome el atrevimiento de hacerlo con el esposo de su amigo, no le gustó nada.

— Aegon, sí fuese mí esposo le habría rebanado la verga hace ya un buen tiempo. — se cubrió del golpe de la espada del platinado a un costado suyo. — ¡Ni Luke pasa tiempo con Draconys y Luceryon! Eso ya es una burla.

Aquella noche, una gran parte del khalasar volvían triunfantes luego de haber asaltado una ciudad entera. Fueron dirigidos por la misma Camile, la cuál galopeaba victoriosa hacia ellos con cadenas de oro en sus manos.

Khal Drogo, enorgullecido de su futura esposa, mandó a traer carne para comer y festejar con un festín. Las llamas de Luceryon fueron las encargados de cocinar.

Aegon y Lucerys competían entre sí bajo los virotes de sus parejas, amigos y jóvenes dothrakis a su alrededor.

El platinado atacaba sin preámbulos a su sobrino con una gran y pesada hacha mientras qué el mismo lo bloqueaba con su espada y atacaba con un gran y pesado látigo al rey.

Todos soltaron exclamaciones cuando el látigo se enrollo en el talón del platinado y cayó crudamente de espaldas, sacando todo el aire de sus pulmones mientras la espada de Acero Valiryo se clavaba en su garganta.

— Bien hecho. — felicitó a duras penas Aegon, aceptando la mano de su sobrino para levantarse. —

— ¡Hermano! — llamó Luke al castaño quién bebía de su vino, siendo secundado por el platinado. —

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora