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Arrax y Vermax al ser algunos de los dragones más pequeños eran los qué estaban más cerca de los soldados qué luchaban contra los caminantes. El dragón de escamas blancas sobrevolaba el lado izquierdo mientras qué el otro el lado derecho, evitando qué la mayoría de caminantes qué buscaban luchar con los soldados no lo consigan.

El agudo rugido de Caraxes aturdió a más de uno, el dragón volaba a la par de Moon Dancer, ambos concentrados en dejar en cenizas la parte de media del amontonamiento de cadáveres. Por otro lado, Syrax y Tyraxes se enfocaban en los límites del bosque con Sunfyre, Meleys, la pequeña Alba, Tessarion y Dreamfyre sobrevolaban los cielos, soltando inquietos rugidos.

Aegon y Aemond se encontraban a la delantera, peleando agilmente con cada caminante qué se acercaba a ellos. Las carcajadas divertidas del menor de ambos estremecía a los asustados soldados qué luchaban con sus ojos cerrados y manos temblando, mientras qué al Rey le tenían sin demasiada importancia ya qué estaba más concentrado en el gigante hombre qué se acercaba a pasos pesados a ellos, media alrededor de tres metros.

Un tirón en su antebrazo, hizo qué Aemond retrocediera de igual forma qué se hermano al darse cuenta cómo el gigante ya tenía sus manos a cinco metros de ellos. Ambos platinados y los soldados alrededor se cubrieron rápidamente con sus brazos, bajándolos confundidos oyeron rápidas pisadas y rugidos que no eran pertenecientes a los dragones. Una carcajada aliviada, casi divertida, nació de los labios de Aegon al ver cómo Ghost y dos lobos huargos más atacaban al gigante tirandolo al suelo, con el resto de la manada dirigiéndose a los caminantes qué habían conseguido evitar el fuego de los dragones pertenecientes a los hermanos Velaryon.

La manada de lobos había entrado en batalla, dándole un gran alivio a los soldados qué veían a sus compañeros morir sin más, obligando a algunos a tener qué caminar sobre ellos para evitar caerse y ser uno más de los cuerpos qué comenzaban a amontarse en el suelo.

Rhaenyra bajó su mirada al oír los gritos de batalla qué gritaban los soldados de la segunda fila, saliendo a la defensa del castillo, cuando volvió a intentar enfocar sus ojos en el joven dragón de Joffrey, comenzó a preocuparse al no poder reconocerlo entre los violentos copos de nieve qué dificultaban a los vuelos de los dragones. Estos comenzaron a rugir incluso más qué antes, soltando llamaradas de fuego sin la necesidad de qué los Targaryen otorguen una orden, pasandole factura a sus propios soldados, ya qué gracias a la desesperación qué estaban viviendo, ni los jinetes o dragones podían divisar a esa altura sí eran personas vivas o muertas las cuales luchaban o corrían con espadas en sus manos.

Por otro lado, la segunda hija del Rey Viserys estaba junto a Rhaena Targaryen, ambas miraban entre impactadas y preocupadas toda la secuencia qué pasaba frente a sus ojos.

— Heleana. — La voz de Otto Hightower hizo a ambas voltear, siendo solo una quien le mantuvo la mirada. — Debes volar a Desembarco del Rey, ahora. Nuestras bajas están creciendo de sobremanera, no hay oportunidad de sobrevivir a esto.

La platinada le frunció el ceño al canoso castaño, negando con su cabeza bajo la penetrante mirada de su prima.

— Mí deber es con mi Rey y el reino, me quedaré aquí hasta qué la última piedra caiga y sí es necesario moriré junto a mi familia en el campo de batalla.

Otto miraba impactado a su nieta, no estaba preparado para obtener esa respuesta de su parte. Suspiró sabiendo qué su querida nieta siempre fue así, una caja de porcelana, débil y llena de misterios y sorpresas dentro de ella. Los tres junto a los arqueros se agacharon cuando la pesada ala de Meleys, La Reina Roja, la dragona pasó justo detrás de Moon Dancer, ambas se alejaron lo suficiente para volver a incinerar a los hombres debajo de ellas.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora