𑁍009

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— Dile al guardia qué te lleve a las habitaciones, no vengas a joder durante toda la semana.—

Aegon fue el encargado de romper el silencio qué se creó apenas salieron de la casa, provocando qué Leiah asienta sin darle atención a sus tratos, entiendo su situación.

Salió de su habitación con pasos pesados y rápidos, sin saber exactamente a dónde se dirigía.

Podía escuchar los gruñidos de Sunfyre qué volaba sobre sus cabezas. Él sí podría siquiera hablar, estaría gritando de igual forma.

Sentía su corazón hacer presión sobre su pecho, las lagrimas simplemente no podían bajar por sus ojos, no encontraba palabras para formular.

No podía creer lo qué acababa de pasar, mucho menos asimilarlo. Belén era en simples palabras la persona más importante de su vida desde qué lo encontró.

Recuerda cómo se tambaleaba entre los pasadizos, llorando sin controlar y sintiendo todo su cuerpo doler culpa de su abuelo. No sabía dónde estaba, pero aún así abrió la sucia y pesada puerta delante suyo.

Acabó en un ático sucio, pero no le importó, solo se tiró al suelo comenzando a llorar entre fuertes sollozos. Se asustó cuando vio a una mujer subir por las escaleras con una mirada preocupada.

Aegon retrocedió asustado al verla, pero se tranquilizó cuando la señora, quien ahora sabía se llamaba Belén, lo consoló y más tarde lo llevó a una sala donde cuatro jóvenes de su edad y dos nenes de unos dos años lo veían confundido.

Luego de eso, inconscientemente había comenzando a ir a casa de Belén cada vez qué podía, convirtiéndose en su segunda familia.

Ahora se sentía solo, desamparado y sin absolutamente nadie qué lo acompañe y apoye de forma tan ciega cómo Belén había hecho con él.

Jacaerys se encontraba recostado sobre un gran roble qué estaba ubicado en la parte más adentrada del patio en la Fortaleza Roja. Leía los resúmenes y datos qué había conseguido del viejo libro qué su tío Aemond trajo, repasandolos y tratando de unir cabos.

Hasta qué el sonido de pisadas lo hicieron levantar la mirada, confundiéndose al ver a Aegon a la noche vagando por el patio.

— ¿Aegon? —le preguntó, siendo ignorado por el platinado.— ¿Príncipe?

Aunque Jace sabía qué era raro de su parte llamarlo príncipe, tampoco esperaba qué el caminar del contrario se detuviera abruptamente. El castaño dejó de lado sus apuntes cuando vio los hombros del joven sacudirse, acercándose preocupado.

Se sorprendió demasiado cuando al acercarse y quedar al frente del chico, pudo darse cuenta qué estaba llorando, demasiado.

— A-aegon, oye. — El Velaryon no se caracterizaba por ser una persona empatica, por lo tanto no sabía cómo actuar en ese momento.—

Tampoco tuvo qué pensar demasiado cuándo ya se encontraba rodeado por los brazos del mayor, quien lloraba y gritaba de una forma tan desgarradora qué únicamente atinó a devolverle el abrazo con la misma fuerza.

Ninguno de los dos supo cuanto tiempo pasó ni cómo terminaron arrodillados sobre el frío suelo con un Aegon aún tembloroso entre los brazos de Jace, que se dedicaba a acariciar la espalda de su tío quien tenía su frente apoyada en su pecho.

El más joven no sabía porqué el hombre había llorado de esa manera, pero algo dentro suyo le decía qué no debía preguntarle, por lo tanto decidió no hacerlo.

Habían pasado una hora y media en esa posición hasta qué el príncipe se separó lentamente del otro con su rostro bajo mientras limpiaba el rastro de lagrimas, las cuales seguían cayendo. Tardo unos segundos en levantar su mirada enrojecida, viendo el rostro preocupado y cohibido de su sobrino, quien no separó sus manos de sus antebrazos.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora