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Cinco amaneceres habían pasado desde el encuentro de la familia Targaryen con la muerte misma. Todos los soldados ya habían sido informados de qué la batalla final se abriría paso el siguiente día a la noche. Los príncipes, princesas y Lores corrían de un lado a otro para terminar las preparaciones, definir las formaciones y asegurarse de qué los soldados estén bien alimentados y cubiertos del helado frío qué azotaba, el cuál sólo parecía crecer y crecer.

La única cabellera platinada qué no había sido visto desde hace casi una semana fue la del mismo Rey, quién no salió de su habitación ni por casualidad y los únicos qué tenían acceso allí eran los príncipes Velaryon, dos jóvenes qué nadie conocían o la dulce Heleana. Hasta la misma Reina tuvo qué tragarse la vergüenza más de una vez cuando era echada por los gritos de Aegon dentro de la habitación.

El viento y copos de nieve azotaban fuertemente las ventanas de la Torre Sombría, donde un par de jóvenes charlaba en voz baja tratando de no interrumpir la pensante actitud qué había adquirido cierto Targaryen hacía semanas, quien ahora se dedicaba a acariciar dos huevos de dragón, los cuales parecían brillar de una forma mágica entre las brazas.

— ¿Ya sabes cómo llamarlos? — Aegon se dio media vuelta para poder ver a Harry con una mueca en sus labios.—

— Aún no lo sé, quiero qué sea algo épico. — Los otros dos asintieron de acuerdo, siendo el primero en contestar.—

— Pues, fíjate en sus colores. — se paró de una silla, acercándose hasta quedar parado al lado del Rey y señalando al huevo marrón.— Ese por ejemplo parece tierra.

— O arena. — aportó el pelinegro.—

— Últimamente señores se acercaron a mí para informarme qué cierta parte de mi familia está consiguiendo aliados para intentar quitarme la corona. —señaló Aegon, mirando por la ventana a Rhaenys y Corlys hablar con sus nietas.— Ellos planean una guerra mientras qué mis dragones se están gestando en ella y sé qué nacerán en una también, porqué al parecer guerras azotaran en mí reino sin piedad.

Los dos chicos habían tomado una postura incomoda, tensa. El Rey al darse cuenta de esto, dejó de lado su mirada distraída y les regalo una sonrisa qué logró tranquilizar a ambos y apaciguar el ambiente. Acercándose nuevamente a los huevos de dragón, mirándolos con una completa adoración.

— Ellos nacerán y morirán cómo guerreros, quiero qué tengan un nombre qué les haga honor.

Jacob volvió a pararse a un lado suyo, pasando uno de sus brazos por sus hombros y alborotando sus cabellos.

— Bueno, sí es así, para mi debe tener algún "Dra."

— Mh, Draxon! —ideó Harry con una sonrisa.—

— Suena a calzón.

— ¡Aegon!

— Es lo cierto, perdón.

— Entonces puede ser Draryu.

— Jacob, por los Dioses, qué es eso?

— ¡No lo sé! Solo me dejo llevar, al fin de cuentas, los Targaryen siempre tienen nombre raros. — los tres jóvenes rieron divertidos sin poder evitarlo.—

Se quedaron en silencio, de vez en cuando soltando alguna idea qué se les venía a la cabeza, siendo rechazadas al instante. Hasta qué Jacob sonrío triunfante y los vio a ambos mientras alzaba sus brazos apuntando al techo.

— Draconys. — expuso finalmente, sin borrar su sonrisa mientras Aegon y Harry se veían dudosos.—

— ¿Draconys?

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora