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Cuando el castaño y el platinado llegaron a la Fortaleza Roja, el mayor se apresuró a bajar de su dragón y marcharse hacia su habitación. El Velaryon no lo siguió, se notaba qué necesitaba de su espacio.

Habían pasado dos días del funeral de Belén y Aegon no salió en ningún momento, ni tampoco recibió ninguna visita. Solamente a Leiah quien entraba a dejarle bandejas con comida, las cuales eran altamente ignoradas, y ya luego se iba.

Pasar tiempo consigo mismo le hacía mal. Sentía qué cada segundo estaba a punto de perder la cabeza, la necesidad de simplemente revivir a los estúpidos piratas y matar uno por uno con la daga que tenía apretada fuertemente en su mano desde hace horas.

Mientras su mirada estaba fija en el techo, recordó algo qué le había dicho su hermana hace un par de días.

"Trata de ver lo qué hacen nuestros hermano y sobrino durante las tardes."

Bien, era tarde y según Heleana ese era su don y debía comenzar a controlarlo.

Tomó aire profundamente cerrando sus ojos concentrándose, aunque no sabía en qué. Primero pensó en su hermano, luego en su sobrino y por último en su sobrino y hermano juntos. Así constantemente hasta qué esa sensación a la cual ya comenzaba a familiarizarse lo embargó nuevamente.

Ahora no estaba en su habitación, sino estaba parado frente a los tres jóvenes, pues para su sorpresa Jacaerys se encontraba allí. Se dio cuenta qué no lo veían cuando pasó por el frente de cada uno y ni escucharon el sonido de sus pasos.

Le llamó la atención la cantidad de libros y pergaminos, tantos usados cómo nuevos, qué se encontraban allí. En medio de toda la mesa había un libro especialmente grande qué tenía dibujos y palabras en este.

Cuando asomó su rostro hasta poder ver el libro, lo reconoció al instante, no le sorprendía qué sus sobrinos y hermanos tengan tantas dificultades para traducirlo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz quejosa de Lucerys.

— Ya vamos casi dos meses de esta mierda y aun no conseguimos nada. —tiró sus apuntes frustrado, llamando la atención de los dos restantes.— ¿Realmente es necesario?

— Pase toda mí vida ignorando a mí pobre hermana pensando qué estaba loca y haciéndola sentir mal en demasiadas ocasiones por mi ignorancia. —la voz fría de Aemond se hizo escuchar, haciendo qué el castaño menor cambie su postura.— No pienso repetir lo mismo con mí hermano.

— Además de eso, me preocupa. —Jacaerys habló cansando, soltando un bostezo antes.— Hace días no sale de su cuarto y la veces qué paso por su habitación tiene esa mirada en su rostro tan perdida y sin sentimientos.

— Tal vez deberíamos hablar con él. —recomendó Lucerys.— A nadie le hace bien pasar tanto tiempo solo, aparte podemos aprovechar para analizarlo mejor.

Aegon decidió qué era suficiente, concentrándose nuevamente en volver en su habitación cosa qué logró mucho más rápido qué antes, le había agarrado la mano fácil.

Sin embargo esa satisfacción se veía opacada por furia.

¿Quiénes se creían ellos para tenerle pena?

¿Analizarlo? ¿Acaso era un jodido experimento?

Con esos pensamientos en mente, amargando más la misma, se levantó rápidamente de la cama ignorando el fuerte mareo que le agarró y comenzó a caminar hacia la salida de su habitación.

Justo cuando salió de su habitación, vio a los tres jóvenes cruzar por la esquina. Aegon se quedó allí de pie viendo en silencio cómo se acercaban.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora