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Cuando Heleana estaba desayunando habían pocas personas allí presente, pues era bastante temprano. La princesa disfrutaba de su pan con miel y jalea, siendo interrumpida por el sonido de la puerta, por donde pasaron su hermano mayor y su sobrino Lucerys. Ambos no demoraron casi nada en llegar hasta ella y besar su frente para luego sentarse y comenzar a compartir los alimentos.

Pasaron el desayuno en charlas cortas y sin demasiado trasfondo. El resto de la familia aún dormía o desayunaba en su habitación. El único qué se hallaba despierto igualmente era Jace, pero él eligió ir y controlar las construcción de las piras, ya qué se necesitaban listas con la mayor brevedad posible, puesto muchos ya deseaban retirarse a sus palaciosos.

Aegon fue el primero en retirarse, siendo llamado por su abuelo, Otto Hightower, el cuál había pasado a ser el señor de moneda. El platinado acomodaba la corona en sus cabellos, pensando qué ya se le había formado algún tipo de manía, para después permitirse prestarle atención al hombre junto a él.

— Los soldados y Lord's ya están demandando por su paga. — lo dicho confundió al platinado, el cuál mermó sus pasos para mirarlo confundido.—

— A los Lord's se les aclaró qué sí venían hasta aquí no iban a recibir ningún beneficio lucrativo, era algo opcional y ellos decidieron decir qué sí. — asintió hacia una dama qué se encontraba cerca de allí, para luego suspirar y enfocar cómo en la lejanía los cuerpos eran traídos hasta las piras, las cuales estaban en proceso.— Mientras qué a los soldados se les dará cincuenta monedas de oro a cada uno, y asistencia médica hasta qué sea necesario y lleguen adecuadamente con sus familias.

— Pero, Mí Rey, se mostrarán en disgusto con usted. —la voz de su abuelo era seria y directa, fastidiando al Targaryen.— En estos tiempos no le favorece tener a las casas en su contra.

— No necesito a ninguna casa de cuarta a mí lado, no necesito su dinero, no necesito sus soldados, no necesito sus caballos. Soy un Targaryen, tengo al dragón más hermoso de todo Westeros y dos enormes huevos de dragón punto de eclosionar. —Aegon se paró en seco, obligando al señor más grande a detenerse también y mirarlo a los ojos.— Sin mencionar a un latente apoyo del futuro Lord de Driftmark. Con ellos es suficiente, ni todo el oro de los Hightower me vendría de utilidad sí mi hermana desea librar una guerra contra mí.

Otto realizo una mueca de disgusto en su rostro, demostrando cómo su incompetente y egocéntrico nieto había dañado a su sensible ego. Esto dibujó una socarrona sonrisa en los labios del más bajo, el cuál soltó un pequeño bostezo antes de ver al Hightower con una mirada renovada.

— Aparte, realmente crees qué ellos necesitan el oro, Abuelo? —Otto evitaba su mirada, enfocandola en su espalda.— Responde.

— No, Su Majestad.

— Eso sospeche. — dando un leve asentimiento, dio un medio giro en su mismo eje, mirando sobre su hombro antes de marcharse.— Comuniqueles mi deseo a los agraciados Señores y al consejo. No me agradaría enterarme qué hubo algún tipo de confusión a la hora de hacerlo, así qué hágame el favor siendo claro y honesto, ahorremonos malos momentos.

Sin decir más, Aegon se marchó de allí en dirección a no sabía dónde. Solo quería escapar de todo y de todos. Aún no recalculaba lo qué había ocurrido en sus últimos dos días en la Muralla. Sinceramente pelear sobre un lobo, matar al Rey de la Noche y ver morir a un amigo entre sus brazos no era algo qué Aegon tenía planeado cuando enterró esa almohada magullada en el putrefacto rostro de su ahora fallecido padre.

Al parecer sus deseos de estar tranquilo tan solo un par de horas no fue escuchado cuando Lucerys y Rhaena aparecieron en su camino. Tomó aire profundamente para poder observar a su sobrino con una mirada interrogante.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora