𑁍014

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Cuando vio a sus sobrinos salir por la puerta, escuchando sus pasos lo suficientemente lejos, llevó una de sus manos hacia su dolorosa ereccion la cual demandaba su atención. Enrollo su mano en la misma, pensando en las manos del castaño que habían estado acariciando su piel hace no más de diez minutos.

Su tacto era tan cálido, abrazador. Donde estaban las manos ajenas sentía su piel arder, cómo sí fuego y fuego se tocasen, imposible de quemarse pero siempre aumentando el calor. No demoró demasiado en terminar, estaba demasiado sensible por lo tanto se le hizo fácil venirse gimiendo inconscientemente el nombre del príncipe.

Sus mejillas se sonrojoraron al darse cuenta de este detalle, pero decidió ignorarlo poniéndose de pie y tomando unas prendas qué se encontraban en su cama, cambiándose rápidamente.

Cuando terminó de vestirse se paró frente al espejo y acomodó sus cabellos los cuales aún estaban húmedos, saliendo luego de su habitación.

Sabiendo qué todos se encontraban allí se dirigió a la habitación de Daemon, cuando estuvo fuera los guardas realizaron una reverencia y abrieron la puerta, dejando ver al hombre con cabellos largos en una silla con su hombro vendado y Rhaenyra llorando en silencio a su lado siendo consolada por sus hijos menores. Mientras qué Aemond se encontraba mirándolo seriamente, sabía qué estaba demasiado molesto aún y a su lado estaba Jace, a quien se les pusieron sonrojadas sus mejillas cuando hicieron contacto visual, provocando qué Aegon trate de esconder su sonrisa por esto y porqué sus mangas seguían arremangadas y sus bordes mojados.

— ¿Para qué requerían mi presencia, hermanos? —preguntó el rey, entrelazando sus propias manos en su espalda.—

— ¿No te parece algo obvio? —respondió brusco su hermano menor, acercándose a él.— Estamos aquí para hablar de tu usurpación, Aegon.

— Oh, hubo una usurpación? —se hizo el desentendido.— Qué raro, no fui informado por eso.

— No estamos para tus bromas, hermano. —intervino Rhaenyra, levantándose de su lugar ahora mirándolo sería.— ¿Por qué no nos comunicaste de la muerte de nuestro padre?

— De su padre querrás decir. —corrigió el platinado de cabellos ondulados señalando con el dedo.— Y no lo hice porqué él no quiso qué sea así.

— ¿Cómo sabes tu eso? —Daemon se introdujo en la conversación, con una debil pero determinada voz.—

— Porqué yo estuve presente cuando murió.

La confesión afirmaba la sospechas de más de un familiar allí presentes, sobre todo de Aemond, quien se lanzó sobre su hermano tomándolo fuertemente por su mandíbula, enfureciendo aun más al ver su sonrisa burlona.

— Mataste al rey, y te atreves a reírte? —su tono de voz era indignado, ignorando a Jace y Luke quienes lo tironeaban así suelte a su hermano.—

En un reflejo para retirarse a sus sobrinos de encima, Aemond pegó un fuerte codazo a sus espaldas golpeando en la frente a un asustado Joffrey quien se había acercado para rescatar a su tío Aegon. Aún así el platinado no lo soltó, cegado hizo caminar a su hermano hasta chocar su cuerpo contra la pared.

— Yo fui a la habitación del rey para pedirle permiso de ir a Winterfell. —susurró cómo pudo, siendo escuchado solo por su hermano tuerto.— Nunca me contestó, y cuando me acerque tu padre ya no respiraba.

Aemond tiró al suelo a su hermano, el cuál tenía su labio inferior sangrando gracias a qué la fuerza qué había hecho sobre su mandíbula, terminó afectando el mismo, pero este parecía ignorarlo, soltando una gran carcajada cuando vio a su hermano voltearse y caminar de nuevo hacia donde estaba antes.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora