𑁍045

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Cuando el cuervo marchó, Rhaenyra limpió una pequeña lagrima qué había comenzado a caer por su mejilla. Joffrey, quien estaba a su lado, no entendía demasiado bien lo qué estaba ocurriendo pero aún así tomó la mano de su madre y dejó qué su hombro sea acariciado por su abuela.

Daemon suspiró, pasando su mano por su pantalon mientras asentía hacia Aemond.

— ¿Cuándo será? — preguntó Baella, con su mirada fija en el cuervo qué volaba a la lejanía. —

— Aproximadamente tres días. — contestó en su lugar su amado. — Sí los capas doradas se reúnen con rapidez, será así.

— ¿Estás seguro qué su lealtad es honesta? — cuestionó por décima vez la princesa Rhaenys, abrazando a su sobrina menor. —

— Lo qué nos sucedería sí es confesado a Aegon sería... — Rhaena dejó su frase en el aire. —

— Todo saldrá bien, no hay qué preocuparse por nada. — cortó el Targaryen, acercándose a su mujer y su hijo. — ¿Sucede algo, cariño?

— Sí mi hermano está en espera- — la Reina Negra se interrumpió a ella misma, tratando de restablecer su voz. — Sí ese rumor es cierto, cuándo se entere podría afectarlo demasiado.

— Ajá, y? — Aemond la vio sin entender realmente qué era lo qué afectaba. —

Tres mujeres de la habitación bufaron ofendidas mientras qué su Reina negaba con la cabeza y desviaba su cristalizada mirada hacia su pequeño hijo.

— Entiende por una jodida vez. — dijo amenazante Daemon, tomando por el cuello a su esposa. —

Cuando Baella y Aemond consiguieron qué el Targaryen suelte a la llorosa mujer, el platinado volvió a hablar con un amenazante tono bajo.

— Lo qué le ocurra a ese imbécil usurpador y a su presunto bastardo poco agraciado debe dejar de importarte. Debe dejar de importarle a todos. Esto es una guerra, y en las guerras la gente muere. Sí es la vida de un supuesto bebé por recompensa de la nuestra, estaré dispuesto a lo qué sea para qué haya una sola y pequeña pira a la qué quemar. ¿Entendido?

Nadie dijo nada, sin embargo Aemond avanzó amenazante hasta él, quedando ambos cara a cara.

— Qué conste qué yo no estoy a favor de nada de esto. — habló en casi el mismo tono qué el más grande. — Sí estoy aquí con ustedes, es por Baella, porqué sí fuese por mí yo ya habría tomado el Trono de Hierro. Ni Rhaenyra, ni el bastardo de Aegon o tú, yo. 

<< Pero cumpliré con advertirles; ustedes no conocen por completo a aquel idiota, no saben de lo qué es capaz cuando alguien le quita aquello qué ama. Así qué cuando venga hacia ustedes con sus tres dragones y todas sus tropas detrás en busca de venganza, yo solo estaré para auxiliar a mi prometida, ustedes pueden morir agonizando y yo dormiré tranquilo. >>

Daemon no contestó, intercambiando su mirada desde su hija mayor hasta su sobrino repetidas veces. Sin decir más, el hombre salió dando un fuerte portazo.

La primogénita del Targaryen solo se acercó en silencio al platinado, empujando levemente su espalda así comiencen ambos a caminar a la salida.

Lo único qué de oía dentro de la oficina de la Reina Negra era la leña quemándose dentro de la chimenea. En encargado en romper aquel tenso silencio fue el pequeño Joffrey, quien tiró del vestido de su madre así lo vea.

— ¿Tío Aegon va a morir? — miró expectante a las tres mujeres. — Es malo pero yo no quiero qué muera, mamá.

— No va a morir. — lo tranquilizó Rhaena con una sonrisa, acariciando sus cabellos. — Solo estaban bromeando.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora