𑁍071

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El sol de la mañana golpeando sus mejillas y las carcajadas de Daeron subieron el humor del doncel considerablemente, sin embargo Aegon no pudo disfrutar demasiado al sentir su lívido subir por su garganta, sin estar dispuesto a vómitar desde la dragona, tuvo qué golpear repetidas veces el hombro del menor para lograr llamar su atención. En cuestión de minutos, la dragona de escamas azules descendió lo necesario para qué el par de hermanos Targaryen coloquen sus pies en la madera del barco.

— Oh, Dioses. — no había cosa qué Aegon detestaba más qué vómitar, por lo tanto agradecía las pequeñas palmadas en su espalda. —

— ¿Estás mejor? — extendió su mano derecha, limpiando la comisura de sus labios con la manga de su camisa de lino. — Fue una mala idea ir a volar luego de desayunar.

— Estoy de acuerdo contigo. — la mueca de asco no abandonó su rostro durante toda su pequeña charla. —

Mientras caminaban por los costados del navío, gritos y caminatas nerviosas qué provenían del barco al lado suyo llamaron su atención. El par de platinados intentaban averiguar qué ocurría, sintiendo cómo los demás residentes de la nave se acercaban detrás suyo para intentar saber qué ocurría.

— ¡Oigan! — gritó por quinta vez Harry, obteniendo finalmente qué un hombre dothraki se percatara de su presencia. —

Cuatro hombres vestidos de cuero arrojaron una tabla en su dirección, conectando los barcos con la misma; luego de qué el par de sirvientas Dothrakis confirmaran qué era seguro pasar por ella, el grupo de Desembarqueños cruzó con precaución hasta estar en el navío donde Camile y Drogo viajaban.

— ¿Qué ocurre? — Sophia observó perturbada cómo un par de chicas pasaban con paños ya bañados en sangre frente suyo, y otras qué tenían toallas limpias. —

— Vamos. — sin esperar indicaciones, todos caminaron hacia la aglomeración de personas. —

Jacaerys logró hacerle lugar a todos, empujando a aquellos qué bloqueaban su camino para observar finalmente qué ocurría; un par de mujeres estaban a los pies de Camile. El olor metálico de la sangre inundaba la pequeña habitación, haciendo contraste con el grato sol qué entraba por las ventanas y los gritos de festejo qué se oían de fondo del grupo de hombres qué brindaban en honor del vástago del Khal, quien estaba naciendo en esos momentos.

Aegon y Harry se acercaron a pasos rápidos hasta quedar al lado de la sudorosa castaña, el joven de cabellos pelinegros se quejó en voz baja ante el fuerte agarre en su mano, haciendo oídos sordos a la risa burlona de Drogo de fondo.

— ¿Cómo te sientes? — el Targaryen alejó los mechones sudorosos pegados de su frente, sonriendole a su amiga cuando la misma maldijo antes de contestarle. —

— N-no sé cómo diablos lo hiciste. — su voz estaba cansada y agitada, echando su cabeza hacia atrás mientras oía lo qué aquellas mujeres le decían algo qué no llegaron a entender por completo. —

El Khal se arrodilló a la altura de los pies de su esposa, sonriendo enormemente al mismo tiempo qué un último y ensordecedor grito abandonaba la garganta de Camile; el silencio inesperado de la habitación se vio interrumpido por un agudo llanto.

Los tres más jóvenes se quisieron acercar curiosos para observar el pequeño bulto qué el hombre cargaba entre sus brazos, sin embargo este solo se enfocó en arrodillarse a la par de su esposa, al lado de cierto platinado qué tenía una sonrisa nostálgica en su rostro.

— Mí niña. — Camile sollozó, sin borrar la cansada sonrisa de su rostro mientras acurrucaba a su recién nacida hija en su pecho. —

— Es hermosa. — el ojivioleta alago a la pequeña bebé, acariciando de manera disimulada su vientre. —

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora