𑁍056

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Los reyes de Westeros junto a su pequeño séquito habían emprendido viaje aquella mañana a primera hora, estando cada vez más cerca a su destino.

En las calles de Pentos las personas se aglomeraban constantemente, no interesaba sí era día o noche. Aquella mañana no había sido una excepción. Todos caminaban a pasos lentos para no separarse, sobre todo aquellos qué no iban montado a caballos.

Sophia intentaba soltarse de la mano de Harry, curiosa por todo lo qué sucedía a su alrededor. Sin embargo, cuando Camile la regañó y mandó a quedarse quieta, a la niña no le quedó otra opción qué hacerle caso.

Los esposos charlaban en Alto Valiryo así nadie, o eso esperaban ellos, puedan entender su conversación. Jace acariciaba el muslo de su platinado qué estaba sobre uno de los caballos cuando bajó su mirada extrañado al sentir a alguien aferrarse a su pierna.

Un bebé de no más de tres años lloraba a moco tendido mientras se aferraba al Velaryon cómo sí su vida dependiera de aquello.

— ¡Papá, papá! — repetía el infante con una aguda voz. —

Todos miraron a Jacaerys, algo inquietos, esperando su reacción, sorprendiendose cuando tomó entre sus brazos al niño, hablándole suave con una sonrisa.

— ¿Te perdiste, pequeño? — el niño lo observó mejor mientras limpiaba sus lagrimas, llorando más fuerte. —

— ¡T-tu no eres mi papá! — simplemente contestó con su voz de infante, volviendo a llorar más fuerte. —

El de ojos marrones se quedó allí sin saber qué hacer, mirando para todos lados por indicios de los padres de aquel niño hasta qué el mismo fue arrebatado de sus brazos por un joven unos años más grande qué ellos.

— Muchas gracias por cuidar de este pequeño mocoso. — tomó la mano del Velaryon, sacudiendola agradecido. — De un momento a otro se había escapado, muchas gracias de verdad.

Cuando el padre e hijo ya se habían marchado, el castaño volvió al lado de su Targaryen bajo la mirada preocupada de los demás.

— ¿Estás bien? — preguntó cauteloso su hermano, recibiendo un asentimiento. —

Nadie tocó más el tema, excepto cierto platinado qué lo observaba con una triste sonrisa mientras acariciaba sus cabellos.

¿Crees qué Aerys hubiese sido igual de revoltoso? — Jace borró la lagrima qué caía por su mejilla para devolverle la mirada a su esposo con una pequeña sonrisa. —

— Sí salió a ti, por supuesto. — el de ojos violeta soltó una exclamación ofendida, deteniendo las caricias en sus cabellos. — O a Lucerys, aquello hubiese sido mucho peor.

— Pobre mí bebé. — negó suave con su cabeza, tomando las riendas de su caballo. —

El viaje siguió sin algún otro tipo de percance, terminandose apenas pudieron estar frente a aquel enorme y lujoso castillo, donde guardias los apuntaron con espadas y obligaron a detenerse.

Aegon había bajado de su caballo, caminando hasta quedar frente de todos y levantando sus manos en señal de paz cuando las espadas se posaron en su pecho.

— Díganle a su Lord qué el Rey Aegon II de la Casa Targaryen desea conversar con él.

El par de hombres se miraron entre ellos antes de qué uno parta dentro de los castillos. Cinco minutos después apareció por la gran puerta un señor rechoncho, vestido en carisimas sedas y con sus anchos dedos vestidos por gruesos anillos de oro.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora