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— Jacaerys, ya cállate. Mí paciencia tiene un límite.

Hacía una hora habían estado encerrados en aquella biblioteca sin salir, esperando a qué el ataque de todo tipo de emociones qué le dio al Velaryon pase. Cuando pensó que ya todo estaba bien, salieron vestidos de aquella habitación y emprendieron camino hacia el enorme patio del castillo, donde todos vagaban. Sin embargo, el castaño volvió a caer en los nervios al ver la cabellera castaña de su hermano a la lejanía.

— Pero estoy muy avergonzado. — pasó sus manos bruscamente por su rostro, suspirando despacio. — Dioses, me quiero morir.

— Entonces matate y déjame ver esto en paz. — rodó sus ojos amatistas algo hastiado, tomando un collar de oro qué había por allí. — Mira, te lo regalo.

Jace intentó regular su respiración a pedidos de su esposo, recibiendo cada regalo qué el platinado le daba, incluidas pequeñas flores qué estaban plantadas a los lados de la senderos. Interesado por el cúmulo de gente, la pareja se acercó a donde todos estaban.

Ophelia tenía una copa en sus manos, hablando de manera alegre mientras señalaba algunos barriles.

— ¡Oh, ahí están! — Camile miró hacia donde estaban, tirando de ellos para ubicarlos al frente de los demás. —

El Rey Consorte miró hacia un costado suyo, sonriendole cortamente a su hermano menor el cual lo ignoró fingió escuchar a la Lady frente suyo.

— Este sabe delicioso. — le extendió la copa qué tenía a Daeron, el cuál probó y asintió de acuerdo. — Su Majestad, desea probar?

Todos los ojos presentes se posaron en Aegon el cuál al sentirse observado levantó la mirada de una daga entre sus manos, extrañado ante la situación.

— ¿Qué? — preguntó confundido. —

Ophelia tan solo dejó la copa qué tenía en sus manos sobre una banca, volviendo con otra copa en sus manos, la cuál estaba más llena qué la qué tenía anteriormente.

— Le decía qué debería probar esto, Su Majestad. — le extendió la copa, la cuál el platinado tomó con expresión seria. — Es de los mejores vinos.

El Rey observó el contenido de la copa con detenimiento y cuando la estaba dirigiendo a sus labios, gracias a los rayos del sol notó cómo habían pequeños hilos de color platinado qué resaltaban entre el carmín del líquido. Al voltear su rostro a un lado, notó cómo la mirada de Lucerys estaba encima suyo, preocupado, pues al parecer había notado lo mismo.

— No me apetece realmente, Lady Ophelia. — la sonrisa de la mujer se descompuso lentamente, mirando al Targaryen. — ¿Por qué mejor no lo prueba usted y nos dice qué tal sabe?

— Oh, pero Su Gracia. — rió en voz baja, rechazando la copa qué Aegon le extendía. — Sería grosero, este vino lo recolecte únicamente para usted.

— Grosero sería dejarme esperando mientras le comparto de mi vino.

La mirada de Aegon era una gélida, muy contraria a la qué había adaptado la Lannister. Cuando Jacaerys quiso intervenir fue detenido por su hermano menor, pues era mejor que de aquello se encargue el Targaryen.

Cuando Aegon intentaba avanzar a la mujer, ella retrocedía la misma cantidad de pasos qué el hombre avanzaba. No fue hasta qué la de cabellos dorados comenzó a correr qué el Rey tiró la copa y su contenido al suelo, siguiéndola al instante.

Los hermanos Velaryon, la khalessi y todos los qué estaban observando aquella interacción los siguieron de inmediato, siendo algo complicado ya qué ambos eran bastantes rápidos al correr.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora