𑁍024

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Habían pasado dos semanas de la llegada a la muralla. El rey Aegon II, el príncipe Lucerys y los jóvenes Jacob y Harry se encontraban en una expedición del otro lado de la muralla, la cuál dio comienzo tres días antes de qué los Lores qué estaban en Winterfell partieran hacia su destino final para la batalla final.

En esos tres helados días detrás de la Muralla, hasta Aegon debía aceptar qué comenzó a sentir el helado viento calarse por sus huesos mientras caminaban hasta el asentamiento donde el Rey de más allá de la Muralla estaba. Eran al rededor de veinte hombres sin contarlos a ellos cuatro, el encargado de todo el viaje era el explorador Crasher, un bastardo de la casa Bolton qué pertenecían al Norte.

Lucerys debía admitir qué se encontraba amenazado por ese rudo hombre, tenía cortes en su cara y un solo ojo qué le hacía recordar demasiado a su prepotente tío Aemond.

Los veintitrés hombres se veían entre sí inquietos al escuchar cómo los lobos de la manada de Gosht aullaban sin parar, incluyendo el mismo. Estos corrían libres por la nieve, pero se podía escuchar que por algún motivo comenzaban a acercarse. Un cuervo joven y flacucho cayó estriposamente al suelo gracias al viento qué se aferraba a su capa para llevársela con el.

Ninguno sabían porqué, pero mientras ayudaban al temeroso chico a levantarse mirando todos hacia atrás, sintieron cómo el frío que estuvo presente en sus cuerpos desde hace tres días no era comparado al qué azotó en sus nucas al divisar todas las sombras negras qué se veían en los horizontes.

— ¡Corran todos, ahora! — la orden de Crasher fue cumplida al instante.—

Corrían espantados al darse cuenta de cómo sus acelerados pasos habían invitado a esas desconocidas figuras a correr detrás de ellos, siendo los enormes lobos huargos una barrera con ellos y los caminantes.

Aegon giro su mirada a los costados sin detenerse, suspirando tranquilo al ver a sus amigos y sobrino a su lado.

Corrían todos sin parar, algunos soltaron gritos espantados cuando sonidos de errumbradas armas y respiraciones pesadas sobresalieron sobre el aullido de los lobos. Las cortas piernas del príncipe ardían, sin poder evitar soltar un sollozo preocupado al notar cómo cada vez el grupo vestido de negro se alejaba de él, volteó su mirada asustado viendo a los lobos huargos casi encima de él, aunque esto no lo atemorizaba, lo atemorizo completamente el millar de esqueletos con ojos celestes demasiado claro y armas de épocas desconocidas sobre sus manos.

Gracias a su distracción, terminó pisando su propia capa, esto hizo qué cayera de bruces al suelo sin compasión. Sintió sus mejillas humedecerse por sus lagrimas en el momento qué los lobos lo habían sobrepasado y los esqueletos se percataron de su presencia.

— ¡Harry! ¡Aegon! — llamaba desesperado, volteando su rostro lleno de lagrimas.— ¡Jacob, por favor!

Al oír la voz de Luke, Harry se giró inmerso en el miedo al captar la urgencia en el llamado de su amado; su rostro se descolocó por completo al ver al joven príncipe echado sobre la nieve con sus antebrazos cubriendo su rostro en el momento qué uno de esos esqueletos se tiraba encima de él. Aegon y Jacob también se voltearon, siendo el segundo quien reacciono primero y corrió hacia el Velaryon.

Los veinte hombres cuervos habían desenvainado sus espadas, sintiendo la adrenalina correr su cuerpo observando cómo los lobos huargos atacaban a los caminantes qué buscaban ayudar al trío de jóvenes qué ponían de pie al heredero de Driftmark.

Lucerys estaba temblando en los brazos de su tío mirando con profundo terror y susto cómo Harry, Jacob y esos hombres se colocaban frente a ambos con sus espadas en alto, sin darse cuenta de los quejidos del platinado y cómo agarraba su cabeza con fuerza a pesar de tener sus ojos completamente blancos.





Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora