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Thomas y Sophia miraban expectantes el rostro de Aegon frente suyo, esperando su reacción.

El mismo veía con una sonrisa enternecida aquel anillo. Era de alambre, estaba entrelazado entre sí repetida veces y pintado irregularmente en color negro, lo qué más sobresalía era una piedra cristalina.

— Estuvieron toda la tarde buscando la piedra indicada. — comentó divertido Camile, abrazada a Susan quién acariciaba sus cabellos. — Fue un martirio.

— Eligieron correctamente. — con precaución el platinado sentó a ambos niños sobre su regazo. — ¿Donde creen qué se vería bien?

— Aquí. — señaló el niño su dedo índice. —

— No, Thom, quedará mejor aquí. — Sophia lo corrigió, llevando el anillo hasta su dedo anular. —

— Oh, no, ahí debe ir otro anillo. — señaló Susan desde la lejanía. —

— ¿Cuál? — preguntaron confundidos los niños. —

— El qué le daré yo cuando nos casemos.

Dijo Jace mientras entraba a los aposentos con una enorme sonrisa y un pergamino en su mano derecha. Se acercó hasta su prometido, besando su frente para luego revolver los cabellos de los niños, entregándole el pergamino al platinado.

Aegon leyó del pergamino, escuchando de fondo la charla entre su prometido y los pequeños, ignorando el quejido de las dos chicas detrás de él al ver cómo estaba escrito en alto valiryo.

¿Cuantos soldados sobrevivieron? — el castaño volvió su mirada a él, haciendo una pequeña mueca con sus labios antes de contestar. —

Quince mil. — el rey suspiró algo frustrado, tirando el pergamino a las llamas de la chimenea. — Las tropas de los Lannister se dirigen a Driftmark, será el ataque más fuerte qué haremos. Las tropas de los Velaryon están concentrados al Este, no habrán buenas defensas allí.

— ¿Luke está de acuerdo? — preguntó con duda. —

Él lo sugirió. — lo tranquilizó su prometido, acomodando los cabellos de Sophia qué estaba sobre su regazo. — Está ayudándonos a planificar el ataque.

¿Pueden dejar sus charlas raras para después? — interrumpió la castaña mayor con mal humor, tomando vino desde una copa. — Me estresa no entenderlos.

— Me gusta cómo suena cuando hablan en ese idioma. — aportó Susan con una sonrisa divertida, ayudando a Thomas con un pesado libro. — Su acento es interesante.

— ¿Podemos hablar nosotros así? — la niña se adentró a la charla emocionada. —

— No, no se puede. — respondió tosco Jace, alzando sus hombros hacia el Targaryen cuando lo vio serio. —

— El Alto Valiryo solo lo pueden hablar los qué tienen la sangre del dragón, Soph. — trató de arreglarlo Aegon, poniéndose el anillo qué le regalaron en su dedo índice. —

— Qué aburrido. — se quejó el niño ahora. —

— Pero pueden leer. — ánimo Camile. — No todos los niños pueden.

— ¿Y por qué no? — preguntaron confusos los dos pequeños. —

Los más grandes se vieron entre sí sin saber qué responder, hasta qué Susan habló.

— Solo los qué tienen dinero pueden aprender a leer o escribir. — les contestó, acomodando la trenza de Sophia. — Nosotros no podemos.

— ¿Pero por qué no? — volvió a preguntar Thomas. —

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora