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Cómo lo había predicho el príncipe Lucerys, futuro señor de las mareas, tardaron dos días en desembarcar en uno de los muelles más abandonados y menos concurridos, con todo y caballos, joyas, sedas caras, vestimentas y unas cuantas cosas más robadas de la rocosa isla de Roca Dragón.

Era de noche, bastante tarde, cuando los Reyes junto a su séquito emprendieron camino, algunos montados a sus caballos.

Aunque sí bien no sabían porqué camino iban exactamente, evitaban a aquellas personas nocturnas qué pasaban por las calles bebidos o prostitutas qué andaban ofreciendo servicios.

— ¿A donde iremos? — Harry miró para todos lados, totalmente encantado, ignorando la mirada molesta qué le daba su novio. —

— A todos lados menos donde deseas. — el pelinegro observó a donde su amado lo hacía, y comprendió su casi disimulada molestia al ver un grupo de prostitutas con muy poca ropa. — ¿Aegon? ¿Jace?

— El castillo de este Lord queda lejos de aquí. — le contestó a su hermano. — Pasaremos una semana mínimo hasta llegar allí.

El Targaryen-Hightower suspiró cansado, correspondiendo el abrazo de su amado mientras los tres más pequeños dormitaban sobre los tres caballos adultos.

— Vayamos a alguna posada de inmediato. — habló la castaña mayor, sin intentar quitar la atención de las prostitutas qué seguían en una esquina. — Ellas tal vez sepan.

— Nos llevarán a un prostíbulo, Camile, no podemos ir con los niños. — reprochó el Rey, caminando hasta quedar al lado suyo. — Caminaremos, algo encontraremos.

Y así lo hicieron. Caminaron durante casi una hora hasta encontrar una posada separada al centro de la ciudad, pues las qué estaban allí, estaban tan inundadas en olor a sexo y gemidos qué incluso Sophia había logrado captar qué sucedía, quejándose indignada.

Un joven de cabellos dorados tomaba distraidamente de una copa cuando todos entraron, dirigiendoles una sonrisa apenas los miró.

— Buenas noches. — se recargo sobre sus antebrazos, inclinándose un poco para delante. — ¿Puedo ayudarlos en algo?

Aegon y Luke se miraron entre ellos al ver la sonrisa coqueta qué aquel joven les dirigía y cómo no le prestaba atención a Harry el cuál devolvió su saludo igual de amable.

— Queremos una habitación, grande y con tantos lechos sea posible. — el mayor de los Velaryon arrojó un anillo de plata con rubíes incrustados en la cara del chico, logrando llamar su atención. — ¿Cuantas noches nos alcanzarán con eso?

El de cabellos dorados, con gesto molesto ante la evidente rudeza del Velaryon, se tomó su debido tiempo para evaluar la joya. Cuando vio qué era legítimo, suspiró saliendo detrás del mostrador, comenzando a caminar hacia un pasillo.

Todos lo siguieron, mirando fascinados su alrededor. Las paredes estaban tapizadas de un color tan rojo cómo la sangre e hilos evidentemente de oro, lo cual brillaba bajo la luz de las velas, las cuales colgaban de candelabros de oro. Habían cuadros también esparcidos por el pasillo, aunque ninguno se tomó el tiempo de apreciarlos.

Se detuvieron frente a la última puerta del pasillo, escuchando atentamente al joven.

— Esto tan solo le alcanza para una noche aquí. — Antes de qué siga hablando, Camile chilló indignada. —

— ¡¿Una noche?! — el pelidorado la miro en silencio. — ¿Acaso deseas estafarnos? ¡Eso vale mucho más qué una noche! No nos veas la cara de estúpidos.

— Aquí ofrecemos todo tipo de servicios al huésped. — cómo anteriormente había hecho, le dirigió una coqueta sonrisa al Targaryen y al Velaryon, quienes solo se la devolvieron juguetones. — Incluso sí deseas le podemos traer de las mejores putas, tan solo les quedará pedirlo.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora