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— ¡No están bailando, señoritas! ¡Con mayor firmeza esos golpes!

Jacaerys Velaryon caminaba por el patio de entrenamiento en compañía de Criston Cole y Daeron Targaryen. Todos los soldados Targaryen qué estaban en Desembarco del Rey desde hacía unas semanas estaban entrenando antes de su partida hacia Bloody Gate.

El resto de su ejército estaba asentado desde hacía un mes en Maidenpool y Aegon junto a Jace habían tenido disputas casi todos los días por decidirse entre atacar o no el Nido de Águilas, llegando al acuerdo de solo esperar por el momento.

Aegon quería esperar primero un ataque para descifrar su estrategia mientras qué Jace quería dar el primer y gran golpe.

Renegando ante la decisión de su prometido, el Velaryon sólo se dedicó a entrenar hasta el cansancio junto a los soldados en compañía de su tío menor.

El Rey con sus siete meses de embarazo ya no podía hacer uso de sus habilidades sin sufrir un severo dolor de cabeza por días, así qué lo único de lo qué podía gozar era de vuelos montado en Sunfyre, en compañía de Luceryon y Draconys, visitando a sus aliados de Bastión Tormentas para afianzar más su débil lealtad. La princesa Heleana se había convertido en una gran compañía gracias a la ausencia del príncipe Lucerys, quien por decisión propia estaba junto al ejército en Maidenpool, acompañado por el joven Harry.

— Lleven esas espadas al herrero así las afile. — Las sirvientes trotaron con rapidez hasta la mesa de madera donde se encontraban las armas. — Díganle qué las armaduras deberán estar listas en tres días.

— Por supuesto, Mí Príncipe.

Las chicas salieron con las armas en brazos dejando en el patio solo a los soldados con el príncipe, la Mano y el Comandante. Sir Criston se paseaba entre los hombres, corrigiendo sus posturas o la forma en la qué tomaban los mangos de las armas.

— ¡Los carruajes ya están preparados y ustedes aún no consiguen sostener una espada de manera correcta! — gritaba el castaño joven, casi enfurecido mirando a los soldados. — ¿Acaso esto es un viaje para ustedes?

— ¡No, Mí Lord! —respondieron los hombres al unísono. —

— ¡Entonces dejen de actuar cómo tal!

Jacaerys respiró profundamente, pasando sus manos por su rostro demostrando su frustración, volteando al oír la risa burlona de Daeron.

— Te conviertes en todo un guerrero, sobrino. — palmeo su hombro bruscamente. — No puedo esperar a verte en el campo de batalla.

— No me verás, estaré por los aires con Vermax. — corrigió, observando a la lejanía a su dragón volar junto al pequeño Luceryon.—

— Olvidaba qué tienes cierto esmero por cumplir con el lema de nuestra casa. — asintió algo divertido. — No te preocupes, mí hermano ya demostró cuanto le encanta el campo de batalla, se divertirá mientras no estés.

— Eso era cuando no estaba en cinta, Daeron. — le dio un codazo, retomando su caminata por los alrededores.— No saldrá de la Fortaleza Roja hasta qué nuestro primogénito esté en nuestros brazos.

— Oh, hablando de eso. — se colocó frente suyo y comenzó a caminar de espaldas. — ¿Ya decidieron un nombre?

— No realmente, no tuvimos tiempo para pensar en eso. — sonrío bobamente, carraspeando antes de seguir. — Pero se lo consultaré.

— Creo qué este es un buen momento para hacerlo. — contestó en platinado con su mirada fija en el Torreón de Maegor.— O no.

Cuando volteó pudo ver a Aegon vistiendo una túnica azul qué tenía broches y detalles de dragones plateados, su cabello le llegaba a la mandíbula y unos cuantos mechones del frente estaban siendo controlados por una trenza qué le dejaba libre el camino a la mirada enfadada qué le dirigía el Targaryen a su prometido, afectando de varias maneras a este.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora