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— ¿Por qué te llamó Lord Mano? — consultó el platinado. — ¿No le informaste qué estas casado conmigo?

Aquello había rondando por la cabeza del monarca, incluso durante su charla con su amiga; siendo esto lo primero qué se le había ocurrido preguntar apenas atravesó la puerta de sus aposentos y observó a su esposo acostado sobre su lecho.

Después de las palabras del Rey, el Velaryon comenzó a justificarse, sin embargo todas sus palabras cayeron en oídos sordos ya qué a Aegon aquellas divagaciones y titubeos no le generaban mucha seguridad.

— No quiero qué vuelva a suceder. ¿Me oíste?

Luego de aquella pequeña reunión, el Rey Aegon al otro día se había acercado a su hermano, informándole absolutamente todo lo qué había ocurrido durante todo su tiempo ausente sin escatimar con los detalles.

Daeron, un joven tan aficionado con la guerra, bufo cuando su mayor terminó de hablar.

— ¿Permites qué maten a tu amiga e hijo y tu tan solo huyes? — preguntó casi ofendido. — Por los Dioses, tan solo demuestra quién eres, eres un jodido dragón.

Las palabras del otro Targaryen, lejos de ofender al doncel tan solo lo habían hecho caer en un abismo de pensamientos; del cual no pudo salir en ninguno de los días venideros, cosa qué alertó a su esposo, sin embargo no conseguía tener palabras del platinado cuando conversaba con él.

— Mí luna, sí ocurre algo, debes decírmelo. — le habló el Consorte mientras besaba su rostro y lo tenía acurrucado en sus brazos. — Sino hablas conmigo, con quien más lo harás?

Aegon se reunía todos los días en los aposentos del príncipe Targaryen, aquel día no fue una excepción.

Dos semanas después de llegar al castillo de Lord Asher, con los dothrakis en camino hasta ellos; Camile, Lucerys, Daeron y Aegon tenían una especie de reunión. Luke y Daeron, algo más experimentados en conflictos bélicos, ideaban un plan sobre atacar Driftmark y El Valle, tomando en cuenta las sanguinarias aportaciones de la joven.

Aegon bebió su copa de vino, sin dejar de lado sus caricias sobre el lomo de Luceryon. Gracias al enorme ventanal, tenía una clara vista de cómo su esposo estaba sentado en una banca junto a Lady Ophelia, la cuál tenía encantada a Sophia mientras le comentaba algo y a Leiah por sus alrededores recogiendo flores.

Tomó aire profundamente, dejando su copa de vino de lado y volteando sobre su propio eje para prestarle atención a su sobrino qué señalaba un mapa.

— Vermithor es el más grande. — recordó Luke, con su pluma clavada en Roca Dragón. — Podría dar lucha a cualquier otro dragón.

— Aquello es precipitado. — hizo una mueca con sus labios el mayor, llegando a sentarse al lado de la castaña. — Primero debemos buscar tener combate en tierra; los ejércitos aliados de Rhaenyra y Daemon se levantarán y atacarán a nuestros aliados.

— Están todos muertos. Los soldados posiblemente encarcelados, no tienes aliados. — Daeron vio severamente a la chica tras sus palabras, aunque nadie contradijo nada. —

— Tienes razón. — rompió el Rey el silencio segundos después. — Pero sí Khal Drogo te cede a sus hombres y yo consigo a aquellos guerreros, tendríamos una posibilidad.

— Seré la esposa de Khal Drogo, pero eso no implica en qué tendrá su fidelidad en ti. — Camile lo señaló con su daga. — Eso queda en tus manos y las de Jacaerys, ustedes son los Reyes, es su Trono.

Luceryon gruñó mientras se levantaba de su sueño, batiendo sus alas en dirección al patio y asustando a la de cabellos dorados cuando pasó encima de su cabeza, rugiendo ferozmente.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora