𑁍025

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Los dragones comenzaron a descender en las colinas qué rodeaban el quebradizo suelo donde el cuerpo de Vhagar se undia lentamente. Aemond forcejeaba con su hermano menor para tratar de llegar a su agonizante dragona, tras escuchar el rugido lastimero de la Reina de los Dragones, Daeron soltó el antebrazo de su hermano.

Aegon estaba en una de las colinas más alejadas montado en Sunfyre, removiendose tratando de acomodarse sobre su dragón, siendo esto un poco complicado ya qué no tenía su montura. Sintió su pecho oprimirse cuando escuchó el grito de dolor qué salió de la garganta del príncipe Targaryen en el mismo instante qué la ahora difunta dragona dejó escapar su último rugido. No quisiera imaginar el dolor qué sentía su hermano.

El perder a un dragón para un jinete es cómo perder a tu alma gemela. Muchos unidos desde su primer día de nacidos, teniendo ese vínculo tan desentendido por todos los qué no poseen la sangre del dragón, teniendo sus primeros vuelos juntos, viajes en los amaneceres y travesuras cómo sí fuesen hermanos destinados a estar juntos por toda sus vidas.

El Rey estaba tan inmerso en sus pensamientos qué no se percato de cierto dragón de escamas verdes qué bajaba a unos veinte metros de distancia de él, mucho menos de cierto castaño qué corría con demasiada dificultad gracias a la abundante nieve y su molesta capa gracias al salvaje viento.

— ¡Aegon! — al reconocer la voz del príncipe Velaryon, el platinado se dio vuelta y dibujó una emocionada sonrisa en su rostro.—

El Targaryen bajó de un solo salto del lomo de su dragón, corriendo en busca de ser recibidos en los brazos de su sobrino. En lo qué parecio una eternidad, Aegon finalmente pudo saltar en los brazos de Jace, siendo recibido gustosamente.

El príncipe rodeo la estrecha cintura con sus brazos, levantandolo en el aire y dando
vueltas en el aire. Enterró su rostro en la curvatura de su hombro y cuello, aspirando profundamente para grabar en su mente el exquisito aroma de flores silvestres y café de la piel pálida de su tío, la cuál se podía lograr llegar a confundir con la nieve. Gracias a esto el príncipe Velaryon pudo darse cuenta de cómo su amado había palidecido aún más en su estadía en la muralla.

Aegon por lo contrario tenía su nariz enterrada en los suaves y alborotados cabellos de su sobrino, olfateando el aroma a esencias caras qué el mismo poseía. Separó su rostro de allí cuando sintió cómo sus pies tocaban la fría nieve de nuevo, apartándose un poco para poder estar cara a cara con Jacaerys. Una gran sonrisa se dibujó en sus labios apenas sintió los rápidos latidos del corazón de su amado bajo su palma, con la cual acariciaba su pecho del mismo modo qué el menor lo hacía con la curvatura de su cintura.

Ambos sintieron cómo todo el frío abandonaba su anatomía con tal solo las delicadas caricias qué ambos se regalaban y su corazón bañarse en abrazadoras llamas por cada segundo qué sus ojos se mantenían fijos en los contrarios. El autocontrol qué Aegon trataba de obtener para evitar abalanzarse a su sobrino flaqueo completamente en el momento qué los zafiros del príncipe se enfocaron en sus labios.

El platinado unió sus labios en un apasionado beso el cual fue correspondido al instante. Un jadeo escapó inconscientemente cuando las grandes manos de Jace comenzaron a masajear sus
glúteos, provocando qué ambos cuerpos se peguen completamente, siendo aprovechada esta cercanía por el mayor para abrazar su cuello y entrelazar sus pálidos dígitos en las finas hebras de su nuca.

El precioso reencuentro qué surgió entre ellos fue interrumpido gracias a Vermax, el cuál los golpeó bruscamente con su cola mientras seguía a Sunfyre colina abajo. Ambos dragones se acercaban a donde estaban todos los demás.

La pareja se vio con el ceño fruncido al oír los gritos de Daemon siendo acompañado por los gritos de Lucerys y Jacob. Se acercaron corriendo, provocando qué casi se caigan más de una vez pero cuando finalmente llegaron pudieron regular su respiración.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora