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Suponía qué eran las seis de la tarde una vez hizo presencia en la oficina del Lord de Winterfell, había demasiado revuelo por todo el gran y frío castillo, pues las sirvientas estaban preparando todos los aposentos para poder alojar a todos los Lores qué vendrían dentro de un par de meses al norte.

La puerta le fue abierta por un par de guardias con una cálida armadura negra, dejando ver dentro de la habitación a Lord Cregan Stark sentado sobre su silla con un gran libro sobre su escritorio. Cuando el pelinegro se percató de su reciente entrada levantó la mirada de las viejas letras escritas durante largos años, formando una burlona sonrisa en su rostro en el momento qué divisó la figura del Targaryen.

— Lord Cregan. —saludó cortesmente Aegon, sin tomar asiento y mirándolo completamente serio ignorando su mirada burlona.—

— Hay algo interesante sobre usted, Mí Rey. —habló Cregan, pasando su índice por las estilizadas letras.— Es el único de la casa Stark el cuál no tiene el cabello color pelinegro.

Aegon no se tenso, únicamente se digno a regresarle la sonrisa burlona al Lord frente él mientras tomaba asiento sin demasiado apuro en la silla de madera, dejando apoyados sus antebrazos en el borde de la mesa soltando un lento suspiro permitiéndose observar cómo en el libro el histórico apellido Stark estaba escrito, seguido de nombres a personas pertenecientes a esta casa junto a sus aspectos.

— La sangre de la Vieja Valirya es más espesa, Cregan. —contestó finalmente.— Pero por supuesto no pretendo tu entendimiento hacia el tema, es obvio qué eres ignorante ante la especial sangre de valirya.

El Lord de Winterfell se tumbó en el respaldo de su silla, borrando su burlona sonrisa y cambiándola por una fingida mueca de sufrimiento.

— Ustedes los Targaryen se sienten tan especiales. —negó con lentitud mirándolo fijamente a los ojos.— Cuando todo el mundo sabe qué no serían nada sin sus dragones.

— Los dragones no gobiernan reinos ni realizan planes de guerra, Mí ignorante Lord. —Aegon soltó una pequeña risa qué no pudo evitar, sentándose completamente recto en su silla.— Pero dejemos de lado esta charla para después, para qué era requerida mi presencia?

— Era para avisarle qué todos los Lores del norte aceptaron su demanda y sus ejércitos marcharán hacia el Castillo Negro dentro de una semana.

El Targaryen asintió con una satisfecha sonrisa, levantándose sin más de su asiento y caminando con pasos lentos pero seguros hacia la puerta. Deteniéndose al mismo tiempo qué dejaba esta entre abierta, volteando su rostro para poder ver expectante al Lord ante sus palabras.

— Y le recuerdo, Mí Lord, sigo siendo su Rey. —habló con voz frívola, sonriendo de medio lado al ver al contrario tensarse.— Yo no olvido, lo dicho aquí tendrá sus consecuencias.

Sin esperar respuesta alguna Aegon salió de la oficina encaminandose sin ningún rumbo por el castillo, hasta qué vio cómo Heleana aparecía de un extremo del pasillo con una sirvienta a sus espaldas. Esta cargaba con ambas manos un gran caldero del cual salía abundante humo, desde la lejanía Aegon sonrió al ver las brazas iluminar el oscuro metal.

La princesa Targaryen se acercó con pequeños pasos apresurados a su hermano, abrazándolo suavemente para luego separarse mientras lo observaba con esa sonrisa tan linda qué únicamente ella poseía.

— Pedí brazas para tus huevos, hermano mío. —comunicó, señalando a la chica qué tenía el caldero.— Acompáñame a dejarlo en tus aposentos.

— Con gusto, princesa. —respondió algo burlón, tomando camino a sus aposentos.—

No demoraron demasiado en llegar, observando cómo sirvientas ya estaban encendiendo todas las velas qué habían en la habitación  para tratar de disimular la oscuridad. Heleana vio con una sonrisa a los dos huevos de dragón sobre en una almohadilla qué se encontraba los pies de la cama, acercándose a estos y tomándolos entre sus manos mientras Aegon colocaba en una esquina oscura la caldera y le ordenaba a todos salir de allí.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora