𑁍026

294 21 1
                                    

El viaje de regreso hacia el Castillo Negro había sido tranquilo, por lo menos para Jace y Aegon, ya qué el castaño mayor podía escuchar a su hermano pelear con el joven de cabellos pelinegros el cual tenía una improvisada venda en su hombro.

Aun así, el príncipe Velaryon los ignoró, concentrando su vista completamente en los cabellos de su amado. Una mueca se formó en sus labios al divisar cómo la sangre seguía emanando de su herida, dejando al joven Rey completamente inconsciente en el regazo de su sobrino. Antes de qué Vermax acelere su paso, su jinete vio por última vez a su hermanastra allí junto a Moon Dancer, sin poder evitar sentirse preocupado por sí esas cosas volvían a regresar.

Había sido un vuelo bastante corto, por lo tanto cuando ambos dragones llegaron al Castillo Negro, ambos Velaryon y el joven chico pudieron ver con confusión cómo en tierra estaban todos los soldados festejando la llegada de la familia real y sus dragones. La familia Targaryen correspondía con sonrisas incómodas los saludes de los Lores.

Entre tanto alboroto, nadie se dio cuenta o decidieron pasar por alto, a cierto dragón de escamas verdes qué volaba hasta unas de las más remotas torres del Castillo Negro.

Jacaerys agradeció qué su dragón no sea de tan gran tamaño y qué entrara a la perfección en el patio de esa torre qué estaba en proceso de construcción, pero sin ningún obrero presente. Tomó a Aegon entre sus brazos y una mueca decoró sus labios al instante al darse cuenta de lo delgado qué el platinado estaba. Con un poco de dificultad y torpeza pudo bajarse del lomo de su dragón, agradeciéndole a este cuando se tumbó en el suelo antes de salir persiguiendo a Sunfyre qué había hecho acto de presencia por los cielos.

Una sonrisa se dibujó inconscientemente en su rostro en el momento qué la mejilla del Targaryen se frotó en su pecho, balbuceando algo qué ni él llegó a comprender gracias a la poca modulación. Siguió su camino sin intentar borrar su sonrisa, encontrando finalmente un pasillo con unas cuantas habitaciones luego de subir un par de escaleras. Se acercó hasta la pequeña cama de una plaza qué estaba en la habitación.

La misma tenia una ventana qué daba una vista plena a la Muralla, una pequeña chimenea, una mesa sucia y un par de sillas al frente de una vacía y polvorienta bañador. Sin muchos miramientos más, el príncipe colocó con delicadeza el liviano cuerpo de su amado sobre la oscura sabana, sentándose a su lado.

Tomó el extremo de su propia camisa, rompiendo un pedazo de la misma y acercandola hacia los cabellos de Aegon. Con una delicadeza qué no sabía qué poseía, tomó el fino mentón entre su índice
y dedo corazón moviendolo hacia un costado para tener una mejor vista del fino corte que tenía allí.

Con suavidad realizo pequeños toques en su cuero cabelludo, limpiando la sangre seca y las raíces de sus cabellos manchados. Una vez terminó, tomó el bolso qué colgaba olvidado a un costado de su cuerpo, sacando de allí los dos huevos qué a pesar de qué no había ni una llama de fuego cerca, prácticamente hervían en las palmas de sus manos. Por lo tanto, dejó con rapidez ambas esferas a los costados de su tío, sonriendo con suavidad al darse cuenta cómo se removió ante el calor qué emanaban y apegaba más sus brazos a estos.

No sabía cuánto tiempo había estado allí sentado, pero el sol ya había comenzado a esconderse cuando los quejidos de Aegon rompieron el crudo silencio de la habitación, siendo seguido por los sonidos qué generaban las sábanas en el momento qué el platinado trataba de levantarse aunque una pesada mano en su pecho lo detuvo.

- Veinti siete. - fue lo único qué salió de los delgados labios de Jace, descolocando al Rey. -

- ¿Qué?

- Tienes veinticuatro pecas en tus pómulos, una en la punta de tu nariz, una en el extremo de tu ojo izquierdo y otra debajo de tus labios. - Las pupilas en los ojos violetas se agrandaron al instante, olvidando al instante el dolor punzante de su cabeza y concentrarse en la voz de Jace.- Son de un color gris claro, demasiadas raras, pero quedan divinas con el color de tu piel, mí hermosa luna.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora