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Tras la temprana muerte de su heredero, el príncipe Aerys, los corazones de Jacaerys Velaryon y Aegon Targaryen se convirtieron en oscuras y duras rocas, siendo salpicadas por la sed de sangre y venganza qué crecía dentro suyo.

O por lo menos eso decían aquellos qué fueron testigos de la lamentable y lúgubre imagen qué otorgaba el matrimonio de aquel funeral, qué fue un misterio durante unos días sobre quién era el padre de aquel chiquillo qué Vermax había incinerado.

Por supuesto los rumores siempre estaban, pero el más fuerte de ellos fue confirmado cuando un bufón qué habitaba en la Fortaleza Roja corrió el rumor de qué había pasado aquella noche en la Sala del Trono cuando los Negros irrumpieron en el castillo.

Y la pareja protagonista sabía qué estaban muy en lo cierto, sin embargo, en aquel íntimo momento donde Aegon veía cómo su esposo descendía montando a su nuevo dragón mientras él acompañaba a los suyos, ablandaba aquella coraza qué había comenzado a desarrollar, de nuevo.

Jacaerys estaba en una situación muy parecida, bajando de un salto del lomo de Vermithor después de haber estado dos horas en el aire. Se acercó al platinado qué estaba sentado sobre una roca con una enorme sonrisa.

Su ahora esposo se veía cómo un enviado por los Dioses, brillando en la oscuridad y con sus dos dragones a sus costados. Suspiró enamorado al saber qué era exactamente eso.

- Pensé qué ibas a quedarte más tiempo. - su voz casi no se escuchó gracias al rugido de Draconys a su costado. -

- No quería hacer esperar a mí hermoso hombre demasiado.

Jace se hizo lugar a un lado de Luceryon, abrazando luego la cintura del Targaryen para poder apegar su cuerpo al suyo.

- Sabía qué lo lograrias. - acuno sus mejillas mirándolo con orgullo. - ¿Pero podrías decirle qué deje de mirar a mis dragones cómo sí deseara comerlos?

Ambos volvieron su mirada a Vermithor qué se había tumbado en el pasto y mirada amenazante al par de dragones más pequeños, mostrando sus dientes cuando Luceryon soltó una llamarada de fuego azul hacia él.

Con un par de palabras del Velaryon el enorme dragón bufo, volteando su rostro hacia un costado.

- Gracias. - el platinado tomó sus manos entre las suyas. - ¿Cómo te sientes?

- Espectacular. - su sonrisa se transformó en una mueca. - Pero extraño a Vermax, sé qué Luke también, hoy lo vi llorar junto a Roba Ovejas luego de montarla.

- Es difícil estar tan separados. - suspiró casi lastimero, acurrucando su mejilla en su pecho. - ¿Crees qué nuestros vínculos se rompan?

- Sinceramente espero qué no. - abrazó su cintura, apegandolo a él. - Convivimos con ellos desde la cuna, unos meses no afectarán en nada.

- Sabes qué no serán solo unos meses.

El otro Rey no le contestó ya qué solo se digno a acariciar sus cabellos, mirando cómo los dos dragones qué estaban a su lado se acercaban al más grande para molestarlo.













Cuando Lucerys despertó lo primero qué sintió fue un agudo dolor de espalda, al abrir sus ojos pudo notar cómo aún seguía en la mesa.

Se inclinó para recostarse sobre la espalda de su pelinegro, abrazando su torso mientras veía a Camile, la cuál estaba acostada entre dos sillas con sus brazos colgando a los costados.

Los dos sirvientes más jóvenes estaban levantando la mesa entre una charla en susurros a la cual no le prestó demasiada atención ya qué estaba enfocado buscando a los menores, aunque no los encontró. Suponía qué fueron a sus aposentos.

Fuego Helado (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora