LEXI III

79 18 21
                                        


Otra de las razones por las cuales odio este tipo de fiestas son los hombres que se acercan haciendo alarde de toda su masculinidad, como éste. Aunque su cara se me hace conocida, no sé dónde lo he visto antes, pero me molesta su sonrisa al acercarse, como si nos conociera. ¿Por qué la gente se ve siempre tan feliz en eventos tan desagradables como éste?

Mis amigas, coquetas y sonrientes abren nuestro círculo para dejarlo entrar y yo me cruzo de brazos a la defensiva casi de forma automática, si ellas van a abrirle el paso yo estoy lista para cerrárselo. No negaré que el chico es guapo. Tiene el cabello castaño, unos ojazos color miel y una sonrisa bastante encantadora, pero ninguna de esas cosas es suficiente para hacerme bajar la guardia por lo que no sonrío y lo miro desafiante.

-¿Lo pasan bien?-pregunta sonriente, sin quitarme los ojos de encima.

-No-respondo al exacto momento en que mis amigas han dicho que sí. Me miran molestas, pero yo no cambio ni un poquito mi actitud. Él me mira divertido, no ha mirado a mis amigas ni un solo segundo y eso comienza a ponerme nerviosa. Este tipo de persona me molesta sobremanera, ni siquiera se ha acercado cauteloso, de a poco; no, ha llegado como si el lugar fuese suyo. No dejar de mirarme es una clara falta de respeto a mi espacio personal, y no me gusta.

- ¿Por qué no? -me pregunta sin dejar de sonreír. Si sigue sonriéndome así juro que voy a matarlo. Solo los asesinos seriales sonríen todo el tiempo.

- ¿Cómo sería posible pasarlo bien en un ambiente como este? -pregunto apuntando hacia la casa, no intento amortiguar mi desagrado ni un poco, porque no lo conozco. Una de mis características probablemente más desagradable es que en realidad yo no intento caerle bien a nadie. Soy de pocos amigos, y esos amigos se han ganado mi confianza; pero este chico es un don nadie que simplemente ha aparecido, por lo que no tengo por qué ser amable con él.

-Perdónala, es así sólo el 80% del tiempo-comenta Amara en un intento de entablar conversación con él, aunque no logra captar su atención puesto que sigue mirándome, poniéndome más incómoda aún.

-No puedo estar en desacuerdo contigo-me sonríe, nuevamente, tiene una especie de tic o algo. Sin embargo, esta vez, y aunque no quiero, le respondo con una sonrisa tan natural que me asusto de mí misma, ¿estoy sufriendo un derrame cerebral o algo? Seguro es la cerveza caliente, que ya me cayó mal. Quiero decir algo más, aunque no tengo la menor idea qué, cuando una chica rubia se lanza sobre él a abrazarlo. Qué imbécil, tiene novia.

-Rose...-le dice con un tono de voz ¿preocupado? La chica levanta la cabeza y la reconozco al instante, es la chica de la playa, que me ayudó. Y este es su novio claro está, por eso se me hace conocido. Encontrarme con la persona que me ayudó, definitivamente no estaba en mis planes, y no me gusta. Estoy lista para retirarme de este lugar.

-¡Amiga! -me grita emocionada al verme, y lo suelta para lanzarse sobre mí en un abrazo que para mí es de lo más incómodo, aunque ella pareciese estar feliz, puesto que no me suelta. Mis amigas me miran en búsqueda de explicaciones, como dije, no soy de muchos amigos.

-Ella me ayudó con el protector solar-les digo intentando quitármela de encima, aunque no puedo hacerlo, pareciera que se ahogó adentro de una piscina de alcohol porque su olor podría matar cualquier cosa y tiene una increíble fuerza para una persona así de alcoholizada.

-Y nosotras que creíamos era mentira-ríe Steph. La miro suplicando ayuda, abrazarme más de cinco segundos es mucho más de lo que soy capaz de tolerar, pero es él quien viene a mi rescate y la separa de mí, volviendo a abrazarla.

-Vamos Rose-le dice cariñoso. –Vamos a acostarnos. Necesitas dormir.

Ella se suelta de sus brazos, zamarreando, y cae fuerte al suelo, en el único lugar de todo el jardín en que hay una poza de barro, ensuciando todo su hermoso vestido blanco. Por instinto mis amigas y yo nos agachamos para ayudarla y entonces comienza a llorar, desconsoladamente. Siento pena por ella instantáneamente, no hay que ser un genio para darse cuenta de que algo le está pasando.

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora