LUCA X

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No alcanzo a decirle que no lo haga cuando ya se ha agachado al suelo intentando recoger los pedazos del vaso quebrado. Se ha lanzado tan rápido al suelo que no ha notado que justo bajo ella se encuentra uno de los trozos más grande de vidrio y pega un pequeño grito cuando se lo clava en su rodilla descubierta. Apuesto que en este momento desearía no haber venido con una falda.

Me tiro al suelo junto a ella, para poder ayudarla, y cuando despega la rodilla del suelo, está llena de sangre. Realmente no soy bueno para la sangre, porque apenas la miro comienzo a sentirme un poco mareado, este es definitivamente un momento nada apropiado para desmallarme. No sé qué hacer, no me atrevo a tocarla y no puedo quitar mis ojos de su herida sangrante. Probablemente soy un tanto masoquista, lo sé; odio la sangre, pero no puedo dejar de mirarla, es como si intencionalmente quisiera sentirme peor. Pero cuando logro levantar mis ojos, para encontrarme con los de ella, veo que está llorando, en silencio.

Sin pensarlo mucho me levanto y luego la tomo, por la espalda y debajo de las rodillas; para poder sentarla sobre la silla, un movimiento no muy delicado, ni tampoco muy galante, pero hago lo que puedo. –Tranquila-le digo sonriendo mientras agarro un paño de cocina de uno de los cajones. Por suerte conozco este departamento de memoria. Lo mojo y me acerco a su rodilla cuidadosamente, agachándome para quedar a su altura. Comienzo a limpiar su rodilla lo más delicadamente que puedo, pero ella reacciona temblando en algunos momentos y yo me disculpo y sigo con más cuidado todavía, no soy bueno para este trabajo.

-Soy siempre tan torpe-me dice. Levanto mis ojos hacia ella y está sonriendo, aunque tiene todo el maquillaje corrido por las lágrimas. -¿Crees que tu amigo me perdone?

No me acaba de preguntar eso, ¿o sí? Estamos hablando de un maldito vaso. –No sé, creo que quizá te demande-sonrío y ella se ríe, haciéndome sentir mejor, aunque debiese ser yo quien la haga sentir mejor ahora.

Aunque limpio su rodilla, no deja de sangrar y puedo ver que tiene una herida de aproximadamente dos centímetros que es bastante profunda. Pienso, y salgo de la cocina a paso rápido.

-Esteban-digo llamándolo. Hay bastante gente, pero me escucha y se acerca, junto con Steph. –Hola-digo saludándola, pero sin mucho interés de hacer vida social. –Lexi se ha cortado, y creo que necesita puntos.

Mi amigo suelta la mano de Steph y se dirige raudo a la cocina. Está terminando su carrera de medicina, oportunamente, y su veta médica le aflora con velocidad. Entra a la cocina, seguido de Steph y Amara, y se agacha cerca de Lexi para poder mirarla.

-Permiso-dice antes de tocar su rodilla. Maldición, yo la he tocado sin preguntarle nada, ¿no ven que les digo que no sirvo para esto?. La mira unos segundos mientras sus amigas conversan con ella intentando saber qué ha sucedido. Obviamente Lexi se disculpa millones de veces, como si acabase de romper un jarrón de oro. Son estos momentos los que me hacen creer que está muy dañada, a nivel muy profundo; el nivel de angustia por un simple vaso roto, es demasiado; como si estuviese acostumbrada a que todo fuese grave en su vida. –Sí, definitivamente necesita puntos-dice mi amigo mirándome.

-Tengo mi auto abajo-comento, y saco las llaves de mi bolsillo rápidamente, la llevaré a donde sea, al fin del mundo, con tal de que deje de llorar.

-Oh no-dice ella limpiándose las lágrimas. –No te preocupes, podemos ir en un taxi, en serio.

Esta realmente loca si cree que la dejaré subir a un taxi ahora cuando tengo mi auto abajo y puedo llevarla yo mismo. –No, las llevo-respondo, no le doy oportunidad de decir nada más, y salgo de la cocina para ir en búsqueda de mi chaqueta.

Esteban me ayuda a bajarla ya que le duele mucho pisar y apenas se sienta en el asiento del copiloto estiro mi cuerpo para ayudarla a ponerse el cinturón de seguridad. De todas las ideas que he tenido, esta es sin duda la peor, estoy tan cerca de ella que puedo sentir su olor, y es maravilloso, adictivo, casi mágico. Me sonríe en agradecimiento, un poco nerviosa, mientras sus amigas se suben atrás y yo cierro su puerta para dirigirme a mi asiento. Nunca me ha puesto nervioso manejar, de hecho manejo siempre hace muchos años, pero por primera vez me siento un tanto agobiado, como si estuviese a punto de ejecutar la tarea más importante de mi vida.

-Hey-dice Esteban deteniéndome. -¿Cuánto te gusta esta chica?-lo golpeo, esperando que nadie haya escuchado y él sonríe divertido. –Estabas limpiando sangre Luca, estás jodido mi amigo.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora