LUCA XXIV

19 7 4
                                    

Estoy nervioso, estoy muy nervioso. Le he dado a Lexi espacio y tiempo, creo que suficiente; pero ya no puedo aguantarme más. No me ha llamado, ni me ha buscado; y yo tampoco por miedo a molestarla. Me he subido al auto y he llegado a su departamento casi sin darme cuenta, porque es momento de que hablemos, porque no podemos simplemente desaparecer uno de la vida del otro como si nada. Porque la extraño tanto que duele.

A diferencia de otras veces, tengo muy claro lo que voy a decir; sé perfectamente lo que necesito que sepa, pero debo escucharla también. Mi discurso es un poco largo, quizá porque necesito que le quede suficientemente claro que no he querido dañarla, y lo he memorizado a la perfección.

Toco el timbre y espero. Miro la hora, 20:35, es viernes... Hay una altísima probabilidad de que haya salido con sus amigas a alguna parte, pero ruego que no haya sido así. No soy precisamente inteligente cuando se trata de venir a buscarla, siempre llego en malos momentos.

Se abre la puerta lentamente y Lexi me sonríe, pero es una sonrisa muy débil. -Pasa.

Debo decir que esperaba un poco más de resistencia, pero esto me viene bastante bien. Cierra la puerta tras ella y lo primero que noto es que hay algo que no está bien. Sé que está molesta conmigo, o eso me imagino, pero hay algo en su cara que se ve distinto. Está ojerosa, y su sonrisa no logra mantenerse. Como siempre está hermosísima, pero se ve...apagada, muy cansada.

No debo olvidar decir lo que tengo planificado así que simplemente me lanzo a ello. -Lexi, yo no sabía que Thomas trabajaba...

Me interrumpe. -Sí lo sé.

¿Lo sabe? ¿No está enojada conmigo? Me quedo en silencio mirándola, esperando que diga algo más, porque mi discurso acaba de perder todos sus argumentos y ya no tengo idea por qué no la he llamado ni buscado en toda la semana. Me siento completamente estúpido en este momento.

-Ven-me alarga su mano. La tomo sin pensarlo, y me lleva hasta su habitación. Estoy confundido, pero solo la sigo.

Me hace una señal para que me acueste en su cama, así que me saco los zapatos y me recuesto, sin dejar de mirarla, intentando entender qué es lo que está haciendo. Quizá va a matarme ahora. Supongo que de cierta forma me lo merecería.

Se sube a la cama, y abriendo uno de mis brazos, se recuesta junto a mí, apoyando su cabeza en mi pecho. La abrazo con el brazo que ha abierto, y apoyo mi mejilla sobre su cabeza. Estoy sorprendido...gratamente.

-Lexi, perdón, pero no entiendo nada-le digo sin despegarme de ella. -Creí que estarías enojada o algo así...

-No estoy enojada-me encanta tenerla así, pegada a mi pecho, acurrucada conmigo. -No contigo al menos.

Asiento, conforme. Es mucho más de lo que habría esperado, y no voy a quejarme, lo que más me conviene ahora es quedarme callado antes de decir algo que pueda arruinarlo todo. Durante algunos minutos estamos así en silencio. Le acaricio la espalda y ella se mantiene sobre mi pecho, completamente callada. Sé que algo le pasa, sé que está mal, pero no tengo idea cómo comenzar la conversación, además solo veo la parte superior de su cabeza, por lo que no puedo analizar su cara, saber si está bien o mal.

-Lexi-le digo susurrando. -¿Estás bien?

Lamentablemente, se separa de mí y se sienta de piernas cruzadas en la cama; también me siento porque parece una conversación importante, y estoy muy preocupado por ella.

-No-responde. Honesta, me gusta.

-¿Quieres hablar?-le pregunto, intento agarrar sus manos, pero me rechaza, sonriéndome, dulce. No me lo tomo personal y solo la miro. Supongo que necesita un poco de espacio para hablar.

-Esa noche...-comienza. -La noche de la fiesta de tu empresa... Tuve un ataque de pánico.

Me mira como esperando una respuesta. -Muy bien...-le digo un poco dudoso. ¿Qué debo hacer? ¿Reaccionar sorprendido o algo así? Me da pena que haya pasado por eso, no haber estado con ella, saber que sin querer la metí en una situación que pudo gatillar eso... Pero no sé bien qué decir.

-Pero no estoy loca-me informa, dubitativa, como si tuviese dudas de su propia cordura. No puedo negar que Lexi jamás deja de sorprenderme, porque no tengo idea de dónde está saliendo esto. No he venido nada de preparado para esto, me he imaginado una situación totalmente distinta.

-¿Por qué estarías loca?

Me mira, su rostro se ve un poco confundido. -Porque tuve un ataque de pánico.

-No creo que eso te convierta en alguien loco-me acerco un poco más a ella, odio la distancia que ha puesto entre nosotros, aunque intento respetarla lo más que puedo. -Más bien te convierte en alguien humana, con quizá algunas cosas por resolver.

Me sigue mirando como si esperase alguna clase de reacción de mi parte, aunque no lo entiendo. Ella se ve confundida, pero yo sin duda estoy muchísimo más confundido ahora.

-Lexi, no sé qué quieres que diga, me siento un poco perdido en esta conversación-le confieso. -Lamento mucho que hayas tenido un ataque de pánico, y me gustaría que me cuentes qué pasó, para saber cómo ayudarte, por ejemplo si vuelve a suceder; pero siento que esperas alguna clase de reacción negativa de mi parte, como si fuese a enojarme, o sorprenderme y salir corriendo...

Sus ojitos se llenan de lágrimas, mi debilidad. Intento abrazarla, pero me aleja.-¿No piensas que estoy loca?-me pregunta, secando sus lágrimas, que han caído en total y completo silencio. Me rompe el corazón.

-Por supuesto que no-le reafirmo. No me deja abrazarla, pero al menos debo tocarla de alguna manera para que sepa que estoy aquí. Le corro un desordenado mechón de pelo de la cara, afirmándolo tras su oreja, pero no me mira. Mira sólo el cobertor de su cama, casi compulsivamente. -Hey-tomo su mentón y le subo la mirada para que pueda verme a los ojos. -No creo que estés loca.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora