LUCA XXIX

9 4 0
                                    

Cuando abro la puerta con mi llave, porque sí, he pedido una llave porque necesito poder entrar en cualquier momento; me encuentro con un panorama de lo más sorprendente.

Amara duerme sobre el sillón, con ambas piernas colgando hacia abajo y roncando a todo volumen, y es un ronquido muy poderoso para salir de algo tan pequeño, me hace sonreír. Rose y Steph bailan al ritmo de una canción que desconozco, como si fuesen niñas pequeñas, saltando y riendo, sin percatarse siquiera de que acabamos de entrar, completamente ensimismadas. Oigo a Esteban suspirar a mi lado, no tengo idea cómo va a sacarla de aquí, pero seguro no estará fácil.

Mi chica soleada figura acostada sobre la alfombra mirando el techo y hablando supongo que con Amara, que por supuesto es incapaz de responderle, lo que no la detiene un segundo; sigue dando su monólogo, y parece bastante concentrada, me gusta.

Sobre la mesa hay cuatro botellas de vino vacías, que entregan una muy fácil y obvia conclusión de lo que está sucediendo. Me hace sonreír, me alegra que tenga amigas y pueda distraerse.

-Steph-Esteban se acerca cariñoso. Apenas la toca Steph pega un salto y grita de terror como si hubiésemos aparecido allí por arte de magia, aunque ya llevamos un par de minutos observándolas.

-¿Quieres matarme?- le pregunta enojada. Mi amigo me mira, buscando ayuda, pero yo niego con la cabeza; Steph es su problema.

-No, es hora de ir a casa-le dice tierno. Rose no ha dejado de bailar, como si no estuviésemos ahí, como si su mundo se hubiese congelado y solo pudiese bailar sin parar. Lexi tampoco parece haberse percatado de nuestra presencia.

-No me voy a casa-se cruza de brazos mirándolo, en lo que parece un intento de berrinche, pero que es bastante triste ya que pierde el equilibrio.

-Muy bien-dice Esteban agarrándola justo antes de que se caiga. -Vamos-la toma en brazos y se despide de mí con un movimiento de cabeza. -Suerte-me desea.

-La necesito-cierro la puerta tras de ellos y me cruzo de brazos apoyado en la puerta, observando la situación y analizando mi próximo movimiento. Me acerco a Rose, que parece al fin haber despertado de un eterno sueño de danza y me mira sonriente. Está claro que no puedo mandarla a casa sola en ese estado, y tampoco puedo llevarla y dejar a Lexi tirada en esas condiciones. -Rose, vete a dormir a la pieza de Amara.

No lo duda ni dos segundos. Sorprendentemente, y contra todo pronóstico, Rose parece ser una borracha muy obediente cuando no está llorando por Thomas. Me sonríe nuevamente y se dirige hacia la habitación de Amara de forma zigzagueante.

-Eres el mejor roommate que he tenido-me dice antes de cerrar la puerta. Asiento con la cabeza, por supuesto que soy el mejor.

Voy por una manta a la habitación de Lexi, y luego de apagar la música tapo a Amara con el mayor cuidado posible; pero podría tirarle una mesa encima y no despertaría. No pienso moverla de allí, no creo ser capaz de levantarla, y honestamente, se ve bastante cómoda. Tampoco me sentiría cómodo tomándola en brazos.

-Lexi, bonita-digo agachándome a su lado.

Deja de mirar el techo y posa su mirada en mí, sonriente. Sus pecas brillan porque sus mejillas están muy coloradas, y me provoca un poco de deseo; pero recuerdo que está ebria. -Luca-dice contenta, pero no se levanta. -Ven-golpea el suelo a su lado, como si quisiera que me acostara con ella.

Lo pienso unos segundos, porque acostarme en el suelo no está precisamente en mi lista de cosas favoritas, pero cómo voy a negarme a ella en este momento. Me recuesto a su lado y la miro.

-Mira el techo Luca-me señala devolviendo su vista hacia arriba. -Es tan blanco. ¿Qué pintarías?

Parece seria, como si me estuviese haciendo una pregunta sumamente importante, así que intento concentrarme y pensar como ella. Pero me falta una botella de vino para lograrlo, o un poco más. -Supongo que pintaría un árbol.

-Predecible-responde, un tanto molesta, pero volviendo a mirarme. -Un árbol.

Me divierte su molestia. -¿Tú que pintarías?

Vuelve a mirar el techo, y entrecierra sus ojitos. -Nada-responde. -Si no pinto nada, cada vez que me tire aquí podré imaginarme lo que yo quiera. Podré pintar en mi cabeza cuando yo quiera.

-Me parece un poco injusto-replico. -Me preguntaste qué pintaría, pero era capcioso, porque tú no pintarías nada.

Me observa sonriente y se gira sobre su costado para acercarse a mí. -Te amo.

Me toma por sorpresa, porque simplemente lo suelta al viento, como si estuviese diciendo cualquier tontería, como si no le costara absolutamente nada decirlo, como si ya me lo hubiese dicho un millón de veces antes. Me mira fijamente, y sé bien que está ebria, pero no lo suficiente para no saber lo que dice.

Acaba de destruirme, porque he querido decírselo, pero no he encontrado cómo. No he encontrado el momento exacto, ni las palabras justas; y sin embargo ella simplemente lo ha dicho, me ha ganado.

-Lexi...-comienzo a decirle, pero me detiene tapando mi boca con su mano.

-Luca, promete que no pintarás mi techo con un árbol.

Mi carcajada es apaciguada por su mano y se ríe junto a mí. La retira lentamente, y voy a responderle que 1) también la amo y 2) no pienso pintar su techo con absolutamente nada cuando se acerca más a mí y susurra en mi oído.

-Llévame a mi habitación.

No necesito absolutamente ninguna indicación más, porque en el momento en que su voz ha acariciado mi oído todo mi cuerpo se ha puesto en alerta. Me levanto de un salto y le tiendo la mano para que se incorpore conmigo. Cuando lo hace, no espero ni un solo segundo y la beso.

La beso y la llevo poco a poco a su habitación, cuidando que no se golpee con nada. Apenas pone el primer pie allí, quito su ropa a máxima velocidad. 

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora