LEXI XIV

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De todas las situaciones que he tenido en mi vida, esta es sin duda la más incómoda de todas. Thomas va en el asiento trasero, con la cara completamente ensangrentada en total silencio, cosa que para él es inusual; pero no está en posición de hablarme ahora, si lo hace lo bajaré del auto.

No solo se han peleado, como un par de niños inmaduros, sino que además ha tenido la osadía de llamarme zorra; y aquí estoy yo, llevándolo a su casa, junto a su novia que ha llorado tanto que se ha quedado dormida. No puedo culparla.

No puedo explicar el nivel de enojo y molestia que tengo en este momento, porque es muchísimo. Lo miro por el espejo retrovisor, y la única razón por la cual me he ofrecido a llevarlos a sus casas es porque necesito un poco de espacio antes de hablar con Luca. Me ha pedido que no me meta entre ellos, fingiendo que podía con toda esta situación, y su primera forma de lidiar con el tema ha sido agarrarse a golpes terminando en la comisaría como delincuentes.

-Lex...-dice Thomas. Su tono es muy cuidadoso, quizá demasiado para mi gusto. Nunca me ha hablado así, ni siquiera cuando estábamos juntos, y se atreve a usar un apodo conmigo en este momento... Quiere morir.

-¿Qué quieres?-no voy a jugar a la mujer pacífica en este momento, si fuese por mí ojalá siguiese allí y Esteban no hubiese pagado por él.

-Lo siento- no le creo ni por un segundo nada.

-No es a mí a quien pedir disculpas-intento mantener a raya el tremendo desprecio que siento por él; no solo ahora, sino siempre y que ahora solo ha crecido.

-No entiendo por qué ustedes...-trata de decir, pero yo lo freno. Por supuesto que tenía que salir con algo así.

-No tienes derecho a opinar de mi vida Thomas. No sólo no tienes derecho a opinar, sino que no tienes derecho a meterte. Con quien yo esté o no, no es problema tuyo. A quien bese o no, no es problema tuyo. Tú me dejaste bien claro lo que pensabas de mí así que ahora vuelve al lugar que perteneces, que es lejos de mí-siento una especie de alivio dejando todo esto salir, aunque es mucho más lo que me he guardado por años, pero el solo liberar un poco hace que sienta que estoy recuperando mi poder, y que él lo está perdiendo.

-Es mi amigo-este hombre no tiene instinto de supervivencia.

-Pero tú no eres nadie para mí-digo girándome porque he estacionado afuera de su casa. –Así que, si es tu amigo o no, no me importa. Eres nadie.

Creo que es primera vez desde que conozco a Thomas que lo veo dolido. Su cara se ha transformado (aunque está bastante irreconocible con toda la sangre) en el momento en que he dicho que no es nadie para mí. Y aunque me he girado, para que sepa hemos terminado esta conversación, sigue sentado en mi auto, sin bajarse. Si fuese por mí, si tuviese la fuerza necesaria, lo tiraría del auto.

-Adiós Thomas-le digo. Más que una despedida en este momento puntual es la despedida que nunca tuve. Es el cierre que he esperado por años, y que por algún motivo he conseguido ahora, no quiero volver a verlo jamás.

-¿Podrías por favor...-intenta decirme.

-Por supuesto que me preocuparé de que llegue a casa, ahora bájate, y no vengas a fingir que ella te importa-le digo refiriéndome a Rose. Abre la puerta y se baja lentamente, como si quisiera decirme algo más, pero apenas cierra la puerta aprieto el acelerador y me alejo de ahí. Mi sangre hierve, la siento en todo mi cuerpo, y tengo pena, rabia y decepción.

Pasan solo unos minutos cuando Rose abre los ojos, y me sonríe dulce, no sé cómo tiene energia para sonreír en este momento, mira hacia atrás y al ver que su novio ya no está, respira aliviada. Sé que no debería hacerlo, pero las palabras escapan de mi boca demasiado rápido, quizá porque yo lo necesito más que ella: -¿Quieres un trago?

Cuando entro al departamento junto a Rose, mis amigas me miran extrañadas durante un par de segundos y luego, comprendiendo bien la situación, sonríen.

-Bienvenida-le dice Steph haciéndola pasar. Rose esboza una pequeña sonrisa y yo corro a la cocina, intentando buscar un minuto para organizar mi cabeza. Tengo tantas ganas de llorar, y al mismo tiempo me siento tan confundida que no sé cómo he llegado aquí.

-¿Qué hace aquí?-me pregunta Amara que me ha seguido, mientras saca cervezas. No me está juzgando, está curiosa, pero no estoy de humor.

-No lo he pensado con detenimiento, ¿ok?-no necesito reproches en este minuto porque sé me he metido en un lugar sumamente peligroso, como si no lo estuviese ya.

-Ok, vamos a beber-me dice sonriente, mientras me da un par de palmadas en la espalda.

Me demoro un par de minutos en salir de la cocina porque tengo demasiadas cosas dando vuelta en mi cabeza y necesito respirar y calmarme; pero cuando salgo veo que Rose ya se ha tomado una cerveza entera y solo niego con la cabeza, en silencio, he sido yo la que la he metido aquí.

-No hagas ruido-digo a la mañana siguiente cuando Steph entra en la cocina. Asiente y cierra la puerta tras ella con especial cuidado. Rose está durmiendo en el sillón y lo que menos quiero en este momento, es despertarla.

-Que noche-dice mi amiga a modo de saludo dejándose caer sobre una de las sillas.

-¿Tú crees?-le pregunto irónica mientras preparo café. Sin duda ha sido una de las noches más extrañas de mi vida. Aunque en un primer momento todo ha sido incómodo y sumamente raro, luego de un par de cervezas Rose comenzó a contarnos cosas de su vida, logrando meterse en nuestros corazones.

No sólo no tiene hermanos, sino que además sus padres murieron en un accidente hace un par de años, por lo que ha vivido sola bastante tiempo. Está terminando su carrera como enfermera, la que ha pagado con lo que le quedó de herencia de sus padres, mientras trabaja medio tiempo en un café.

Pero no ha sido eso lo que se ha colado en mi corazón, fue lo que dijo después, sobre Thomas.

-Ya lo sé-me dice Steph como si pudiese leerme la mente. -Me ha roto el corazón también.

Asiento, sentándome a su lado mientras miro la cafetera pensativa. Rose ha dicho que Thomas es lo único que tiene, no tiene amigas, ni más familia, ni nada; solo a Thomas. La peor opción posible.

Me es difícil entender que una mujer tan agradable como Rose no tenga más amigas, pero al mismo tiempo me he dado cuenta de que es una persona mucho más introvertida de lo que pareciese. Quizá no somos tan diferentes. Quizá por eso ambas hemos tropezado con la misma piedra. Cuando Thomas y yo estábamos juntos, también creía que no tenía a nadie más, también me sentía así de sola, como si él fuese la única persona en el mundo que pudiese ayudarme, salvarme, sostenerme.

-Quiero ser su amiga-dice Steph mientras seguimos mirando la cafetera como si eso hiciera que fuese más rápido. -Y quiero que deje a Thomas.

-También yo-replico, aunque no sé bien a cuál parte me refiero.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora