LEXI XXXII

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En el preciso momento que ve mi mano, su cara se transforma; y sus ojos se llenan de lágrimas, me arrepiento al instante de haberle mostrado, pero estoy tan enojada que aunque sé debo calmarme, soy incapaz de bajar la mierda que siento. Se vuelve a acercar a mí, pero no lo dejo, no quiero que me toque, porque entonces me desarmará.

-Lexi...-no dice nada más. Su voz se quiebra y solo me mira desde la distancia, sin quitar sus ojos de mi mano ni un solo segundo. Mi plan viniendo hacia acá era no mostrarle por ningún motivo mi mano, pero la rabia, la pena, me ha descontrolado. Y me arrepiento rápidamente, volviendo a tapar mi muñeca para que desaparezca de mi vista y de la suya. No quiero hacerle daño de esa forma. Es su culpa haber ido a buscarlo, pero no es su culpa que Thomas reaccione como un sicópata.

-Lexi...yo...-intenta hablar. Se gira, para no mirarme. Nos quedamos en silencio, mientras la rabia en mí baja lentamente; pero Luca sigue en silencio, sin mirarme.

Luego de un par de minutos así, comienzo a preocuparme y me acerco a él; está demasiado callado. Cuando siente mis pasos se gira para verme y puedo ver que está llorando en silencio.

Sus ojos color miel ahora están inundados, y su cara está cubierta de dolor; odio verlo así; y lo he provocado yo.

-Luca...-ahora soy yo quien intenta tocarlo, pero él retrocede, sin mirarme. -No ha sido tu culpa...-intento decirle, pero ya es muy tarde. Se lo he dicho muchas veces, he llegado gritándole, descontrolada; y le he mostrado mi brazo como si fuese su culpa, cuando no lo es. ¿Cómo puedo ahora decirle que no es responsabilidad de él cuando yo misma se la he atribuido?

-Todo es culpa mía-sigue llorando. Verlo llorar es nuevo, y horrible. Me duele el pecho de solo verlo así, y quisiera poder retroceder el tiempo y jamás haber entrado aquí en ese estado, debí haber esperado, haberme calmado, enfriar mi cabeza; mi maldita cabeza. Pero no puedo hacerlo, así que intento acercarme a él nuevamente, esperando que me reciba pero me detiene con su mano. -Lexi, vete.

Sus palabras son como millones de cuchillos entrando en mí al mismo tiempo, me duele todo, pero sobre todo mirarlo y no poder tocarlo. Yo he provocado esto, he dejado que Thomas se metiese en mi cabeza lo suficiente para destruir lo que Luca y yo tenemos. -Luca...-suplico.

-Vete por favor-me pide. Y veo el dolor en todo su rostro, realmente quiere que me vaya. Siento desesperación, y quiero gritar pero no lo hago, solo llevo mis manos hacia mi pecho, como si eso pudiese ayudarme a respirar, a sostenerme. -Lo único que he querido es protegerte y lo que he logrado es justo lo contrario; no puedo cuidarte, así que vete por favor, y cuídate.

Está terminando conmigo. Después de lo mucho que nos ha costado estar juntos, me está dejando, así de fácil; y todo es culpa de Thomas. De Thomas y de mi estúpida impulsividad. Culpa mía. De mi cabeza incapaz de enfriarse, incapaz de ver que cuando llegase aquí gritando le haría este tipo de daño. He sido yo que no he podido manejar la situación.

-No digas eso-tomo su mano, y no se resiste, lo que al menos me parece una buena señal, siento esperanza. -Nada de esto es tu culpa.

-Por supuesto que sí. He sido yo quien te ha arrastrado a esto. Yo quien te ha buscado una y otra vez. Sabiendo que no podía protegerte. Y mira lo que ha pasado...-apunta hacia mi mano. -Por favor Lexi, vete.

Suelta mi mano, y se da vuelta, para no mirarme. No dice una palabra más y entrando a su habitación cierra con un portazo.

Me quedo allí un par de segundos sintiendo como de a poco voy perdiendo la capacidad de respirar, hasta que comienzo a llorar desesperadamente. El pecho me duele y me agacho intentando protegerme de mi propio dolor, pero lo único que hago es llorar más aún, no siento mis piernas, ni mis brazos; solo siento dolor, el dolor lo invade todo como si fuese uno solo conmigo. No sé qué he hecho, y ni siquiera soy capaz de ir por él a su habitación.

-Lexi-Rose me toca el hombro de pronto, conectándome nuevamente con la tierra, mis piernas y brazos vuelven a mí. -Ven, te llevaré a casa.

Quiero decirle que no. Que no iré a casa, que me quedaré allí hasta que él quiera verme o quiera escucharme, que solucionaré esto. No pienso dejarlo, no quiero irme nunca de su lado. Pero ni siquiera soy capaz de respirar como corresponde, mucho menos de hablar, no logro articular lo que quiero decir, y todo suena a llanto. Me levanto y dejo que me arrastre hacia afuera. Cuando cierra la puerta tras nosotros, siento que me voy a morir.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora