EL SOL EN TU PIEL

LEXI XXXIII

-Me vuelvo loca chicas, de verdad-cojo un abrigo a cuadros negro con fucsia, perfecto para Amara, o eso creo, y se lo tiendo sin siquiera mirarla. No le estoy poniendo mucho empeño, pero al menos lo intento.

-No me gusta-me rechaza nuevamente, ya he perdido la cuenta de la cantidad de veces que he escuchado lo mismo. Suspiro. -Lo entiendo Lexi, pero lo que no entiendo es por qué le haces caso a Rose, simplemente ve y habla con él.

-Ni yo sé por qué hago caso a esta altura, estoy a punto de perder la poca cordura que me queda.

Steph me sonríe a medias, y le muestra a Amara un pantalón acampanado negro. Sorprendentemente, vuelve a negar con la cabeza, sin siquiera mirarlo bien. Ha rechazado absolutamente todas las prendas que le hemos mostrado durante las últimas dos horas, y estoy empezando a ponerme nerviosa.

Estar en una tienda de ropa está bastante lejos de ser una de mis actividades favoritas, salvo que vaya a algo en específico, que ya he visto por internet, y voy directamente a comprarlo. ¿Pero esto? ¿Pasear por horas esperando que Amara encuentre algo para su trabajo? Definitivamente no es de mi gusto; empiezo a creer que tendremos que volver otro día y eso me pone de muy mal humor.

-¿Y esto?-pregunta de pronto. Es tanta mi emoción porque haya encontrado algo que me giro dispuesta a decirle que sí a cualquier cosa, lo que sea. Cuando veo el pantalón semi transparente que está sujetando suspiro, resignada, tenemos para varias horas más.

-No pienso responder-dice Steph ignorándola. Amara me mira, sonriente, en busca de aprobación, pero me limito a negar con mi cabeza y me hundo entre una fila de faldas, en búsqueda de cualquier cosa lo suficientemente formal para parecer de trabajo, y lo suficientemente excéntrico para que a Amara le guste. No es fácil, los límites son increíblemente difusos.

Steph se une a mí, con bastante mejor disposición que la que tengo; sin duda alguna, de las dos es la que está siendo mejor amiga en este momento. -Esteban dice que debieses hablar con él, al menos acercarte. No pueden dejar las cosas así Lexi-me observa, preocupada.

-¿A quién le debo hacer caso? ¿A Esteban o a Rose?-me mira un par de segundos, considerando ambas opciones y luego suspira; no tiene la menor idea, al igual que yo.

He seguido el consejo de Rose sólo porque puedo entender que Luca necesite espacio, puedo entender que cualquier persona necesite espacio; pero en este punto, estoy empezando a desesperar. No he sabido absolutamente nada de él, más allá de lo que Rose me cuenta, que por cierto, es muy poco.

Se que ha sido mi culpa llegar allí como una loca, completamente fuera de control, pero no esperaba ese tipo de reacción de su parte, y lo único que quiero es disculparme. Me pregunto si estoy dejando pasar demasiado tiempo. Me pregunto si cuando efectivamente me disculpe, será muy tarde.

-¿Qué tal?-Steph me muestra una falda tubo verde con estrellas, que la verdad, jamás usaría, pero asiento velozmente, con fe; mas bien con muchísima esperanza.

Supongo que no todo está tan perdido en mi vida porque Amara acepta la falda, y gracias al cielo, la naturaleza, los astros y todos los dioses conocidos, le queda bien. Quizá este día aún puede terminar de buena forma.

-Chicas agradezco mucho su compañía, su asesoría...-dice una hora después mientras esperamos nuestro café.

-La paciencia-agrego un poco en broma, y bastante en serio. Me fulmina con la mirada divertida.

-Lo digo en serio, agradezco que estén aquí. Saben que no ha sido fácil para mí todo el tema del trabajo, y ahora que comenzaré estoy un poco ansiosa.

-Lo harás excelente, no tengo dudas-Steph le sonríe dulce, mientras ponen frente a nosotras tres merecidísimas tazas de café. Solo ver la mía ya me hace sentir mejor. -Solo ten confianza.

-Eso le sobra, sobrevivirá-digo bromeando. -Estarás bien, y si no, avísame y te estaré esperando con una botella de vino cuando vuelvas a casa.

Amara ríe. -No creo que sea buena idea, creo que debemos dejar el alcohol.

-Esteban aún no me perdona aquella noche. Vomité todo su auto, y cuando llegamos a casa quise seguir bailando con el florero.

Miro a Steph riendo, si hay algo que puede mejorar mi humor en este momento, es imaginarme la imagen de Steph intentando bailar con un florero. No está en mi lista de cosas que podrían suceder, y lamento profundamente no haber estado allí para apreciar tan espectacular suceso; de hecho, culpo un poco a Esteban por no haberla grabado, sería un grandioso video.

-Podría ser peor, podrías querer bailar con el vecino, por ejemplo.

-El microondas.

-La aspiradora.

-Sus libros de medicina.

-Calcetines sucios.

Steph ríe mientras niega con la cabeza, divertida con nuestras ideas; y entonces se hace un completo silencio entre nosotras. Porque ellas lo saben, lo saben tanto como yo. Que aquella noche es la noche que le dije a Luca que lo amaba, y luego lo perdí. No es que ambos eventos estén directamente relacionados, pero creo que de cierta forma yo ya tenía rabia acumulada contra él, así que cuando la dejé salir, fue como un volcán.

-Estarás bien Lexi-Steph toma mi mano cariñosa.

-No me digas eso como si fuese definitivo el quiebre entre nosotros-le digo, sintiendo como se rompe mi voz, pero también la esperanza que me queda. No puedo contemplar la idea de perderlo, de no verlo, de no abrazarlo. Me he mantenido a flote sólo porque he asumido que es tan solo una piedra en el camino, que volveremos a encontrarnos pronto, que todo estará bien.

-No quiero que eso suceda, pero podría pasar-dice, soltando mi mano y mirando a Amara, como si le entregase la palabra. Sin que lo digan sé que ya han hablado sobre esto, seguramente poniéndose de acuerdo sobre qué decirme.

-Lexi-dice esta cuidadosa. -Tenemos que pensar que es posible que...

-No me interesa esta intervención chicas-sentencio, antes de escuchar cualquier cosa que insinúe que Luca no volverá conmigo. -Si llega el momento en que debo dejar ir a Luca, lo haré. Pero ese momento no es ahora, así que les pido que por favor no me digan cosas así.

-Solo intentamos ayudar.

Las miro, con los ojos llenos de lágrimas. -Ya lo sé. Pero no ayudan. Cuando sea el momento de soltarlo, se los haré saber.