LEXI XX

15 7 4
                                    

Lo miro acostado junto a mí, durmiendo, y acarició su espalda suavemente, sonriendo. No puedo quitarme esta sonrisa de la cara. Tiene unas pestañas increíblemente largas, que dan envidia, y su nariz es tosca y varonil lo que le da ese toque tan atractivo que tiene.

No sé bien cómo he llegado aquí, y con aquí me refiero a su cama, pero no me arrepiento. Dios, el mejor sexo de mi vida. No lo digo solo de forma física, que por supuesto ha sido increíble, sino porque nos hemos conectado de una forma tan pura, tan natural...

Sé bien que ninguno de nuestros problemas ha sido solucionado, y por supuesto que me preocupa, quizá demasiado; pero por ahora elijo tan solo disfrutar.

Podría mirarlo eternamente, su piel morena brilla más que la mía, y juro que yo soy una obsesiva de hidratar mi piel. Tiene algunos pequeños lunares en los brazos, que en este momento me muero por besar; pero no quiero despertarlo. No quiero y sin embargo lo hago, al correr un pequeño mechón de cabello que cae encima de uno de sus ojos.

Abre los ojos lentamente y al mirarme, sonríe. -Perdóname, me he dormido-dice mientras se estira, alejándose un poco de mí, lo que no me parecía para nada necesario.

-No te preocupes-le digo, un poco tensa. Ahora que ha despertado, no tengo la menor idea de qué hacer, o qué decir. Tener sexo con alguien con quien no tengo una relación no es precisamente mi modus operandi, menos un día domingo a las tres de la tarde. No sé si debo irme, quedarme, esperar a que él diga algo...

Pareciera notar mi incomodidad y mi duda, porque vuelve a acercarse a mí, somnoliento, y me abraza, tomándome de la cintura. -Si quieres irte puedes hacerlo-me susurra, porque estamos tan solo a centímetros. -Pero tengo mucha hambre y me encantaría que te quedaras a comer algo.

Finjo que lo estoy pensando, aunque lo tengo decidido desde que ha vuelto a acercarse a mí, y asiento sonriendo. Me encanta tenerlo así de cerca, me encanta la forma en que toma mi cintura, con toda la confianza del mundo, como si estuviésemos juntos hace años, me hace sentir segura.

-¿Qué te gustaría comer?-me pregunta girándose para agarrar su teléfono. Estoy a punto de responder, cuando pega un salto bajándose de la cama y grita: -¡Mierda! No tengo mucho tiempo de reaccionar, ni de pensar, cuando suena el timbre y acto seguido se escucha una llave en la puerta.

Corro hacia el baño agarrando mi ropa en el camino, rogando tan solo una cosa: que por favor no tenga una novia secreta de la que estoy a punto de enterarme.

Pensándolo mejor, preferiría una novia secreta, porque definitivamente ésta no es la forma en que quisiera conocer a su padre. Mierda, ni siquiera sé si quisiera conocer a su padre.

Me acerco un poco más al umbral de la puerta de la habitación de Luca, tímida, pero por sobre todo avergonzada. Debí quedarme escondida en el baño, pero eso me pareció un poco humillante.

El padre de Luca es todo lo que esperaría de él; alto, guapo como su hijo, con un semblante sereno y que impone respeto. Tiene el pelo del mismo color que Luca, pero ya aparecen canas que le dan un aire aún más imponente. Aunque es domingo, está de traje, y no me pasa desapercibido que no hay absolutamente ninguna arruga en su camisa. Me sonríe de una forma amable, que me hace sentir segura; pero Luca pareciera no sentir lo mismo respecto de él.

Ya no parece el hombre me agarró a besos y me llevó a su cama sin pensarlo, sino más bien parece un niño aterrorizado. Su espalda está curva, y no lo mira a los ojos.

-Lamento haber molestado un domingo-dice su padre, sonriéndome nuevamente.

-En general la gente no toca la puerta y entra como un torbellino-replica su hijo, muy molesto. A pesar de verse aterrorizado, levanta los ojos y le hace frente. Siento mucha tensión, y recuerdo cuando Luca me dijo que tenía una buena relación con sus padres; no parece así.

-Te mandé un mensaje-replica, sonriente. Su hijo no sonríe siquiera un poquito.

-Un segundo antes de meterte en mi casa.

-No te ofendas-dice, y no sé si es para mí o para su hijo. -Pero no esperaba encontrar a nadie más que tú aquí.

Aquel comentario parece molestar más aún a Luca, que avanza unos pasos hacia su padre, casi desafiante. Por inercia, yo retrocedo un poco, y quedo detrás de él, donde no puedo ver bien a su padre, aquí me siento un poco más protegida.

Durante algunos segundos se hace un silencio que lo llena todo. Estoy nerviosa, aunque no sé muy bien por qué, no tengo claro cuál es el problema aquí, pero estoy segura de que hay alguno. También estoy un poco ofendida, porque Luca ni siquiera ha hecho un intento de presentarme.

-¿Necesitabas algo?-pregunta finalmente, con una voz que me llega a dar miedo. Me pregunto si así se verá Luca cuando está enojado, o si simplemente es una faceta que solo su padre hace aparecer.

-Sólo venía a recordarte que el próximo sábado es la inauguración de la próxima colección. No faltes-le dice su padre, es una orden, y lo deja muy claro, luego camina hacia el lado hasta hacer contacto visual conmigo. -Ven también-me invita, sonriente. Sonreír sin duda alguna es una clase de toc en esta familia. Sonrío como agradecimiento, pero no alcanzo a hablar cuando agrega: -Y dile a mi hijo que al menos te compre una buena comida.

No tengo la menor idea de qué ha querido decir, ni por qué; pero no me ha parecido nada amable su comentario, de hecho me ha parecido una terrible insinuación. Veo como la espalda de Luca se tensa, y temo vayan a pelearse justo en este momento, pero su padre se gira y camina rápidamente hacia la puerta. Ni siquiera se despide.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora