LUCA XIX

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Cuando despierto me cuesta unos segundos entender cómo llegue a mi casa, pero al hacerlo pego un salto de la cama hacia abajo y corro a mirarme al espejo, me veo terrible.

¿Realmente he sido tan estúpido para dejar que Lexi me trajera aquí borracho y luego se fuese en un taxi? Ni siquiera me he cerciorado de que haya llegado bien a su casa.

Miro el reloj, son la 1 de la tarde y no sé cuántas horas he dormido, solo sé que tengo un dolor de cabeza que me impide vivir. Necesito un par de aspirinas.

Me meto a la ducha, rogando que eso me traiga un poco de vida pero también de claridad, porque algo debo hacer. Al menos debo agradecerle ¿no?

Mientras me seco marco su número rogando me conteste, pero cuando lo hace me sorprende tanto que no sé qué debo decir. Necesito tomarme un camión de agua.

-Lexi...hey...-digo en un intento, muy malo, de saludo.

-Hola

-Escucha-titubeo. -Lamento lo de anoche...

-Está todo bien-me interrumpe, demasiado indiferente.

-Te agradezco que me trajeras-agrego, muerto de vergüenza. -Quiero compensarte.

Se hace un silencio entre nosotros, porque claramente ella no entiende a qué me refiero con compensación y la verdad yo tampoco. De hecho, no ha sonado nada de bien. He sonado como el tipo rico que irá a dejarle un sobre lleno de billetes, o una especie de fuckboy que le está ofreciendo sexo de agradecimiento, debo seguir ebrio.

-Luca está todo bien-vuelve a decirme. Hay que decir que, sin ninguna duda, ella es la más inteligente aquí.

-Al menos déjame pagarte el taxi-le suplico sentándome sobre la cama, estoy completamente avergonzado. -Te he dicho que te lo voy a pagar y después simplemente no hice nada, disculpa.

-Siendo honestos, no estabas en estado de decir nada-me dice con lo que parece ser una voz un poco juguetona. Aquello sube mi moral, al menos no me odia.

-Que vergüenza

-Sí-dice dándome la razón y luego me regala una adorable risa. Quisiera agarrar esa risa, embotellarla, y abrirla cada vez que sea necesaria.

-Por favor, déjame pagarte el taxi.

-Bueno, puedo mandarte mis datos de transferencia-me dice, destruyendo todos mis planes. Por supuesto que no me refería a eso.

Me quedo en silencio unos segundos, tratando de analizar mi próximo movimiento, pero puedo jurar que aún debo estar ebrio, porque lo siguiente que digo es demasiado estúpido para ser verdad. -Ven.

Lo he soltado de forma tan impulsiva que ni siquiera me he detenido a pensar en lo que he dicho. Al otro lado del teléfono me responden con silencio, y luego obtengo un muy suave suspiro. -Luca...-dice, con un tono de voz que soy incapaz de comprender. La interrumpo.

-Sólo Ven Lexi-le vuelvo a pedir. Sigo envuelto en mi toalla sentado sobre la cama, y si ella pudiese verme en este momento, seguro creería que soy un depravado.

-¿Cuándo?-me responde. Es mucho más de lo que podría haber soñado con obtener de respuesta, por lo que me ilusiono y sonrío.

-Cuando quieras, siempre.

Silencio nuevamente, y me doy cuenta de que he cometido un tremendo error. Me he mantenido lejos de ella durante meses, y luego en una noche he arruinado absolutamente todo. Tenía todo bajo control, no iba a beber, me iba a volver en mi auto, como una persona madura; pero no, he arruinado todo mi esfuerzo por mantenerme lejos de ella en cuanto le he pedido a Esteban que por favor celebrase su cumpleaños. Ahora le pido que venga, ¿para qué? ¿Cómo puedo protegerla de Thomas? ¿Qué ha cambiado en comparación a la última vez? Además de que estoy casi seguro de que estoy enamorado de ella.

Suena el timbre y corro a abrir la puerta, con el teléfono aún pegado a mi oído, necesito que me responda, que diga algo, que al menos me rechace y me diga que ha sido un error vernos y que debo desaparecer nuevamente de su vida. Tengo mucha rabia con la persona que está al otro lado de mi puerta, porque este no es el momento para tocar el timbre, estoy teniendo una conversación muy importante.

Cuando abro la puerta y la veo allí, me golpea la sobriedad y lanzo mi teléfono encima del sillón antes de agarrarla del brazo y hacerla entrar a mi departamento. No tengo idea de qué hace aquí, pero entiendo rápidamente que ha venido muchísimo antes de que yo se lo haya pedido por teléfono hace un solo minuto. Ha venido porque ha querido.

Sé bien que hay un millón de cosas que debemos hablar, sé que debo pedirle muchas disculpas, y que le debo una gran cantidad de explicaciones; tengo clarísimo que nada ha cambiado, que Thomas sigue siendo una guillotina esperando caer sobre nuestras cabezas, pero me mira con esos ojos obscuros que me vuelven loco y solo puedo pensar una cosa.

La aprieto contra mi cuerpo semi desnudo, y antes de que ella pueda decir algo, la beso. La beso como he deseado besarla estos últimos meses, sin contenerme. La beso con desesperación, buscando con mi lengua cada centímetro de su boca, llenándome de ella, casi sin respirar. Su sabor es perfecto y embriagador, tal como recordaba. Y su cuerpo se amolda al mío tan perfectamente que odio con toda mi alma cada prenda que tiene puesta en este momento.

Ella responde a mi beso con la misma intensidad, poniéndole fin a la última gota de cordura que quedaba en mi cuerpo. Cada centímetro de ella que toca mi piel, me vuelve loco.

La arrastro a mi habitación sin dejar de besarla un solo segundo y la desvisto tan rápido que debiesen darme algún premio. Su piel, perfecta, queda a mi vista y me separo de ella un poco solo para mirarla. Se pone nerviosa, pero yo deseo mirarla. Sus pechos son perfectos, su cintura una obra de arte, y sus caderas son sin duda alguna, mi perdición.

Mi cuerpo solo desea el de ella y la recuesto con el mayor cuidado posible, pero sin dejar de besarla con todo el anhelo que tengo. Cuando nos separamos solo unos segundos, la miro a los ojos, buscando su aprobación y me sonríe seductora lanzándose sobre mí, para morder mi labio. Esa es toda la respuesta que necesito y la beso desesperado, al momento en que sin esperar un segundo más, me dejo hundir en ella. Cada roce de nuestros cuerpos activa todas mis células, y siento que tengo terminaciones nerviosas en cada pedazo de mi piel porque jamás antes he sentido este nivel de placer.

Jadea de la forma más sensual que he visto en mi vida, elevando más aún mi deseo, y si es que tiene alguna clase de sentido, me siento más completo de lo que he estado en toda mi existencia.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora