LUCA XXIII

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Entro a su oficina con la rabia aflorándome de cada poro; aunque ya han pasado varios días, mi enojo no ha bajado, ni tampoco me ha atacado el arrepentimiento, no creo que nunca lo haga. Jamás sentiré culpa por haberlo golpeado, solo por no haberlo golpeado lo suficiente.

Mi padre está sentado en su perfecto escritorio, como si la vida no se hubiese convertido de pronto en una mierda, y al levantar la cabeza para mirarme, veo que aún tiene morada la nariz. No se la he quebrado, lamentablemente, pero sí he hecho daño. Sonrío un poco para mis adentros.

-Luca-me dice sonriente, invitándome a pasar, aunque no he esperado que me dé su permiso. Su sonrisa solo eleva mi enojo, está claro que no me conoce lo suficiente. -Toma asiento por favor.

Su calma me toma un poco por sorpresa, y me quedo parado agarrándome de la silla, sin saber bien qué hacer. Esperaba que me insultara o algo por el estilo, no esta faceta de empresario calmado. Venía preparado para una confrontación, tenía planeado qué decir.

-Cuéntame-cierra lo que sea que está leyendo y me mira. Odio sus ojos, porque sé que tengo los mismos, y no quiero parecerme ni un segundo a él. Tener su apellido ya es más que suficiente.

-¿Por qué contrataste a Thomas?-le pregunto, lo más calmado que puedo. Necesito muchas respuestas.

-Es tu amigo, no veo el problema-sonríe otra vez, le voy a partir esa sonrisa en dos. -Además con el golpe que me diste ya me quedó claro que no te gustó mi decisión- No sé cómo es capaz de estar bromeando en esta situación. ¿Acaso no ve lo grave de esta situación? ¿No me conoce lo suficiente para saber que si lo he golpeado al frente del mundo entero es porque nuestra relación está completamente quebrada?

-¿No se te ocurrió preguntarme?

-Es mi empresa, ¿por qué lo haría?-su tono ha cambiado, ya no le da para jugar al pacífico. Está haciendo notar que es superior a mí, cuando no lo es. No es superior a absolutamente nadie.

-¿Tienes idea el problema que has causado?-le digo mirándolo.

Se ríe, irónico. -¿Tienes idea tú el problema que has causado?- Se pone de pie. -¿Tienes idea la cantidad de videos que hay dando vuelta?

La verdad sí, sí tengo idea. Los he visto todos, y los he disfrutado. He podido ver cómo le rompo la cara al imbécil de mi padre desde todos los ángulos. Me he aguantado de ponerle like a todos y cada uno de ellos solo porque no quiero causar más problemas.

-¿Tienes una idea aproximada de cómo influye eso en la empresa?-está molesto, y me agrada. -Y todo por qué... Porque no tienes códigos.

-¿Disculpa?-me está provocando, y hace un muy buen trabajo.

Vuelve a reírse. -De todas las mujeres del planeta, ¿tenías que engancharte de la de tu amigo?

Veo que Thomas ya le ha informado todo, que cercanos que son... No me sorprende. Thomas podría ser más su hijo que yo.

-Lexi no es de Thomas-le dejo claro, Lexi no es de nadie. -Y además, ¿quién eres tú para hablar de códigos? Hasta donde recuerdo el único que tienes es acostarte con cada una de tus secretarias.

La sonrisa se le borra de la cara, rápidamente, y camina hacia mí. Pero yo no me muevo, ya no le tengo miedo. Por mí estaría perfecto si tengo una nueva oportunidad de golpearlo. -Cállate-me ordena.

-No gracias-estamos a tan solo centímetros, y puedo oler su perfume. El mismo que ha usado toda la vida. El que me hacía sentir seguro cuando era niño, pero que ahora debe estar repartido por todas las mujeres de la ciudad. -No me hables a mí de códigos.

-Arruinas todo por una mujer-se está conteniendo, porque estoy seguro de que está ansioso por devolverme el golpe. Pero jamás arruinaría su fachada de hombre perfecto, solo para mantenerse superior a mí.

-Lexi no es una mujer, es LA mujer-le enfatizo. -Sé que no logras entenderlo, pero hay algunos de nosotros que realmente esperamos poder tener relaciones estables.

Nunca le he hablado así, pero se siente muy bien. Estoy liberando lo que me he guardado durante años. Y estoy siendo considerado, solo porque sí tengo buenos recuerdos de mi infancia con él. Pero si realmente le dijese todo lo que pienso, no quedaría un aspecto de su vida bien parado.

Ha engañado a mi madre tantas veces, que ya no vale la pena llevar la cuenta. Ella se ha quedado con él, por decisión propia, pero eso no significa que yo deba respetarlo ni perdonarlo. El único motivo por el que he trabajado en esta empresa, es en honor a mi abuelo y todo su trabajo; pero no por mi padre, a él no le debo nada.

Me mira, sin saber bien qué contestar, pero para mí la conversación ya casi ha acabado.

-Aquí está mi renuncia- Le lanzo la carta al suelo, la puede recoger cuando tenga ganas. -Creo que tú y Thomas harán un excelente dúo, al final del día no son muy diferentes uno del otro.

Me separo de la silla, sintiendo una enorme satisfacción y alivio en mi interior. No espero que me responda, porque no quiero escuchar nada de lo que pueda decir, sé que nada me haría cambiar de opinión. Salgo de su oficina por última vez, sonriendo, mientras veo de reojo que se agacha a recoger mi carta.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora