LUCA XXXVI

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-Que tengas buen día-digo mirando hacia la puerta mientras Rose toma su cartera. Me dedica una breve pero amplia sonrisa y sale rápidamente, va atrasada, como todos los días.

Respiro un par de veces antes de abrir mi computador para intentar organizar mi semana. Los lunes se sienten terribles cuando no tienes trabajo. Aunque he ido a varias entrevistas y en algunas me ha ido bastante bien, parece que no he logrado definir qué es lo que quiero.

Supongo que es un poco normal cuando he pasado toda mi vida laboral en el mismo lugar, que además de todo es la empresa de mi familia. Estoy completamente perdido ahora sin saber a dónde ir, o qué me gusta, o qué quiero. Mi vida ya estaba perfectamente definida y nunca tuve que tomar ninguna decisión al respecto; pero ahora debo decidir que quiero, y no lo sé.

A Lexi, eso quiero, no tengo dudas. Sé que divago, pero inevitablemente vuelvo a ella una y otra vez. A su cara de dolor al darse cuenta de que he aparecido en su edificio solo para hablar de nuestros amigos; al menos eso es lo que ella cree. La verdad, estaba buscando cualquier excusa que fuese lo suficientemente buena para poder verla, para aparecer después de muchos días sin contestarle el teléfono. Sé que no ha sido la mejor de las estrategias, pero ya estaba desesperado.

Supongo que extraño un poco al Luca del verano, que no tenía miedo de acercarse a ella, que sabía que estaba jugando con los límites, pero aun así lo hacía. Ahí no tenía nada que perder, sólo podía ganar.

Ahora parece que lo único que hago es perder; alejarla, perderla.

Debo organizar mi semana, revisar las entrevistas que tengo. Debo concentrarme, sino nunca saldré de este hoyo en el que yo mismo me he metido.

Cuando escucho que golpean la puerta asumo que Rose ha olvidado algo, así que corro a abrir, suponiendo que ahora sí está realmente atrasada.

-¿Qué dejaste?-pregunto mientras abro la puerta. Cuando veo a Lexi allí me paralizo, y hago la única cosa que cruza mi mente. Abrazarla.

La aprieto contra mí con toda la fuerza que tengo, pero procurando no hacerle daño. Lexi parece estar petrificada e incluso creo que no respira, pero no me motiva a soltarla. No me abraza, se mantiene quieta, con los brazos abajo mientras yo pego mi cabeza a la suya, empapándome del perfecto olor de su cabello.

-Luca...-intenta hablar, pero la callo. Solo quiero disfrutar de esto, lo que dure.

-Por favor-le suplico. -Un minuto.

No dice nada, y en cambio sube sus brazos, devolviendo mi abrazo. Solo entonces siento que puedo respirar con normalidad, he estado respirando como si me estuviese ahogando desde que la he visto parada allí, pero ahora puedo hacerlo con calma; aunque mi corazón no baja su ritmo ni un poquito, se mantiene a máxima velocidad, sabiendo que al fin la ha recuperado, aunque sea por un minuto.

No cuento el minuto, porque no sería capaz de mantener la cuenta; solo la abrazo hasta que me parece que es suficiente. Suficiente para ella al menos, porque se mueve un poco, como si quisiera alejarse. Si fuese por mí, la habría abrazado hasta que olvidara lo estúpido que soy.

-Pasa-digo finalmente cuando la suelto, aunque odio hacerlo. Camina a mi lado y siento su calor, la he echado tanto de menos.

Parece un poco incómoda e incluso tensa; odio verla así, pero no puedo culparla. Ha venido a mi casa, mi territorio, aunque he sido yo quien la ha dejado, quien no ha contestado el teléfono, quien la ha hecho sufrir.

-Perdóname Lexi-digo mientras ella camina como si nunca antes hubiese estado aquí, mirando todos los detalles. -Jamás debí comportarme de esa forma, jamás debí dejarte, no contestarte el teléfono, comportarme como un estúpido; por favor perdóname.

Se detiene para mirarme, pero no soy capaz de leer detrás de su mirada. No sé si está enojada, triste, o aliviada de verme. No soy capaz de descifrarla en estos momentos; solo sé que es el ser más hermoso que he visto en mi vida. Su cabello, sus pecas, sus ojos oscuros; sus manos increíblemente delicadas y tensas.

-He venido porque no me gusta dejar las cosas así, sin cierre, pendientes; me hace mal, me enferma-su voz es muchísimo menos cálida que su abrazo, y me hace dudar de sus intenciones al venir aquí. No digo nada, porque quiero dejarla hablar, es lo mínimo que puedo hacer después de cómo me he comportado.

-El que yo haya venido a buscarte, y no haya sido al revés, ya me molesta Luca-continúa. No ha tomado asiento y se mantiene caminando a pequeños pasos de un lado para el otro, se ve tierna. -Pensé que me buscarías, que te arrepentirías en algún momento, que había sido algo del minuto.

Pese a que las palabras que dice expresan dolor, no hay expresión en su rostro, ni entonación en su voz; es la Lexi del verano, dura, inexpresiva, apática.

-No me gusta que me traten así. No creo merecerlo. Sé que vine aquí fuera de control, y lo admito; te pido disculpas por eso, porque claramente estaba fuera de mí, y no te merecías eso. Pero me arrepentí rápido. Tú en cambio Luca tuviste semanas y no hiciste nada, nada más que ignorarme, como si yo no hubiese sido nada en tu vida.

-Lexi...-no aguanto y debo interrumpirla, porque lo que está diciendo, aunque es verdad, tiene explicación. Quizá no una muy buena, pero sí tiene.

-No me interrumpas.

Retrocedo, aunque estamos muy lejos; en un torpe intento de darle espacio para que siga hablando, cuando lo único que habría bastado era que me quedara callado.

-Quizá esto no era para ti lo que era para mí, quizá nunca te importé tanto. Quizá esa es la exacta razón por la que nunca pudiste decir que me amabas, como dije yo...

Auch. Eso dolió.

-... pero no me merecía que me cortaras así. Y el otro día cuando apareciste en mi edificio, porque te preocupaba Esteban, me dio mucha rabia. Rabia y pena. Supongo que esperaba más de ti.

Auch doble. Que esté decepcionada de mí es probablemente una de las cosas más dolorosas que me han dicho en la vida, y bajo mi cabeza para mirar mis pies, totalmente incapaz de mirarla y dar la cara.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora