LUCA XX

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Lexi está aquí, y por eso, tengo que calmarme. A como dé lugar. Respiro varias veces cuando lo veo atravesar la puerta, pero no puedo girarme a mirarla. Porque si la miro ahora, ella lo sabrá. Sabrá lo enojado que estoy, la rabia que tengo; y por fin, estamos en un buen lugar. Al menos eso creo.

De todas las cosas posibles que podían suceder con Lexi estando aquí, ésta era la única que no podía pasar. Pero veo que la suerte no está precisamente de mi lado, que sorpresa.

-¿Estás bien?- me pregunta poniendo su mano sobre mi espalda. Ese pequeño toque, pareciera curarlo todo. Su toque es mágico. Me giro, poniendo mi mejor cara.

-Todo bien-le respondo, aunque todo está bastante mal. Lo siento mucho por ella, seguro no ha sido cómodo conocer a mi padre de esta manera.

-¿Estás seguro? -insiste. Sus ojitos obscuros me buscan, derritiéndome, pero lamentablemente no puedo hablar con ella en este minuto. Su pelo sigue desordenado, culpa mía, no me he preocupado de peinarla precisamente durante la última hora. Acerco mi mano a su cara, y le quito un mechón de la cara, lo más cariñoso posible; porque odio arruinar este momento.

-Por supuesto- dejo de mirarla, porque siento que, de alguna forma, puede ver a través de mí. Me giro dándole la espalda nuevamente y busco mi teléfono. -¿Qué te gustaría comer?

-¿Por algún motivo crees que soy tonta?- pregunta, tomándome completamente por sorpresa. Si hay algo que no creo en mi vida, es que Lexi sea tonta.

Me giro para mirarla a los ojos y me acerco a ella, pero retrocede. Sus ojos ya no están cálidos, y comienzo a sentir distancia entre nosotros, otra maldita vez. -Por supuesto que no. ¿De qué hablas Lexi?

-Entonces simplemente debo creer que todo está bien-cruza sus brazos, y me recuerda a la chica que vi en la fiesta en mi casa, a la defensiva, dura, distante.

-Lexi, no creo que seas tonta-le reafirmo, porque quiero que le quede suficientemente claro. -Pero no tengo ganas de hablar sobre mi padre en este momento- Soy honesto con ella, porque creo eso la ayudará a relajarse. Pero no descruza sus brazos, y retrocede más aún. Doy dos pasos hacia adelante, intentando acortar la distancia que ella ha puesto entre nosotros.

-No quieres hablar conmigo-sentencia. Suspiro, tengo un poco de dolor de cabeza, para tener este problema justo ahora.

-No-le debato, me estoy comenzando a molestar. Ya estoy enojado por haber visto a mi padre, y ahora Lexi pareciera querer empezar una pelea entre nosotros, justo hoy, cuando hemos estado juntos por primera vez. -No quiero hablar con nadie sobre mi padre.

-Porque para eso no sirvo, seguro. Pero para tener sexo sí.

No tengo la menor idea de cómo es posible que esa idea haya entrado en su cabeza, pero me doy cuenta de que estoy en problemas. Lo sé no sólo por el tono de voz con que me ha dicho eso, sino porque además tiene los ojos llorosos, y a esta altura sé bien, que ella sólo se ve vulnerable cuando realmente está sobrepasada.

-Estás completamente equivocada-me acerco a ella, e intento abrazarla, pero no me deja. Me aleja con su mano y ya ni siquiera me mira. -No sé cómo has concluido eso, pero te prometo que no es así Lexi, mírame- es una súplica. Necesito que me mire, que baje esa barrera que ha creado, que volvamos a estar tan cercanos y tan juntos como hace un par de horas.

-Ni siquiera me has presentado- me mira, y veo el dolor en sus ojos. -Como si yo fuese una cualquiera. Y además, tu padre ha dicho que me compres una buena comida como si yo fuese qué... ¿una mujer pagada?

La abrazo, apenas veo que va a llorar. La abrazo lo más fuerte que puedo, porque no puedo creer lo poco considerado que he sido con ella. La dejé conocer a mi padre, y ni siquiera tuve la decencia de presentársela, cegado por mi propia rabia. Hasta este momento habría pensado de mi mismo que era una persona educada, pero claramente no lo soy. -Lo siento mucho-le digo al oído. -Perdóname por favor, no me di cuenta. Soy un idiota. Mi papá me pone así, de verdad lo siento Lexi.

No le estoy mintiendo, no intento que solo se le pase el enojo conmigo, realmente no me he dado cuenta de lo imbécil que soy. -Mi padre es...-pienso bien lo que voy a decir. -Una persona complicada, nuestra relación es complicada, pero te juro que no ha querido hacerte pensar que eres una mujer pagada, solo tiene un problema conmigo, y lo descarga con lo que sea.

Si antes tenía rabia, ahora lo que tengo es simplemente mierda corriéndome en las venas. Solo mi padre podría ser tan infeliz, para arruinarme todo. Como si ya no hubiese arruinado suficiente. Como si no hiciera, reiteradamente, mi vida una completa y total basura.

-Aunque sea ¿si te interesa estar conmigo?-me pregunta, pero no la suelto ningún segundo. Porque al fin la tengo conmigo, al fin la tengo en mis brazos. Ha bajado se guardia, y no puedo desaprovechar este segundo, porque jamás sé cuándo vovlra a subirla.

-No sabes cuánto.

-¿Qué te gusta tanto de mí?-me pregunta, ilusa... Si supiera. El listado es demasiado largo.

-No se Lexi, a lo mejor ha sido el sol en tu piel el primer día que te vi.

Logro exactamente lo que quiero, hacerla reír. Se separa un poco de mí, y limpio con mi mano un par de lágrimas que han caído en su perfecto rostro. Por miedo a humillarme no le digo que es cierto, que he perdido absolutamente toda la cordura en el momento que he visto el sol en su piel, brillando. La dejo creer que es sólo una broma, y me lleno de su risa.

Aún tenemos cosas por resolver, y sin duda una de esas será que debo contarle todo sobre mi padre, pero ahora la tengo conmigo y es lo único que he deseado los últimos meses. La beso, tiernamente, y mientras sigue pegada a mi boca, sonríe.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora