LUCA XXXV

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No debiese estar aquí, pero quiero estar aquí; un clásico cuando se trata de mí y de Lexi. Estoy nervioso, y el frío no ayuda así que doy pequeños saltitos intentando entrar en calor, pero sobre todo botar mis nervios.

Estoy así algunos segundos, decidiéndome a llamarla; no porque no quiera, sino porque tengo pánico de escucharla fría, distante, o indiferente. Maldito Esteban.

Me decido; ¿cómo va a asustarme tanto una mujer?. Marco el teléfono y mientras suena, espero, mis nervios están cerca del desborde y temo que mi voz vaya a sonar como la de un niño pequeño. Hay grandes posibilidades de que no me conteste, después de todo yo no le contesté el teléfono durante varios días, hasta que dejó de intentar llamarme. Por lo tanto, podría no responderme; y entonces tendré que subir a verla, lo que definitivamente no me entusiasma demasiado.

¿Por qué se demora tanto en contestar? ¿Quiere hacerme sufrir o algo? No es que no lo merezca, pero...

-¿Si?-dice de pronto. Su voz es todo lo que esperaba que fuese, remedio para todos mis males. Automáticamente siento que estoy sonriendo, pese a que sigo presa del pánico.

Que me haya contestado me toma por sorpresa y me demoro un par de segundos en hablar, porque soy estúpido. -¿Podrías bajar? Necesito hablar contigo sobre Esteban y Steph- definitivamente no soy bueno para esto, debí saludarla o algo primero.

-¿Estás aquí?-pregunta un poco dubitativa.

¿Cómo le explico que llevo varios minutos parado en el estacionamiento de su edificio, congelado, decidiéndome a llamarla? -Sí.

-Bajo-dice antes de cortar el teléfono.

Los minutos que se demora en aparecer se me hacen eternos, pero me da tiempo para planificar lo que diré, y recordarme que sólo he venido aquí por Esteban; pase lo que pase, no debo hablar de nosotros. No debo mirarla demasiado tampoco, sino sabrá, que inevitablemente, sigo loco por ella.

Estoy caminando de un lado a otro cuando la veo aparecer por la puerta y se me para el corazón. Quiero correr a abrazarla, pedirle perdón, rogarle que vuelva conmigo; mi corazón vuelve a funcionar y solo quiere lanzarse hacia ella, buscando cobijo. No me sonríe, ni siquiera por un segundo, y eso me devuelve a la realidad; ya no tengo derecho a nada.

Está vestida con patas deportivas y un enorme polar que llega hasta sus rodillas; lleva el cabello tomado en un desordenado tomate y como siempre, no puede verse más perfecta. Intento no mirarla demasiado, y disimular que me muero por ella; pero no sé qué tan bien me está funcionando.

-Hola-dice llegando hacia mí, pero deteniéndose a una prudente distancia. Más que prudente.

-Hola-repito, como el idiota que soy. Ahora que la tengo frente a mí, todas las excusas para separarme de ella no parecen tener sentido. Pero sé que me estoy dejando llevar por su hechizo, así que miro mis pies, porque son bastante más seguros que mirarla a ella. -Lamento haber llegado así.

-Está bien-responde, aunque por su tono pareciera que no está nada de bien, sino todo lo contrario.

-Esteban está muy preocupado. Ha llegado a mi casa como un loco, porque no sabe en dónde está Steph, y me ha pedido que venga a ver si está aquí-vuelvo a levantar la cabeza, para observar su respuesta. Debo concentrarme en mi tarea.

-Sí está aquí-responde seca. Me mira, pero sus ojos podrían más bien partirme en dos. Me odia tanto como el día en que llegó a mi departamento con su mano morada.

-Entiendo. Esteban quiere darle un mensaje.

-¿Cuál?

-Que la espera mañana en su café de siempre, para que conversen.

Lexi asiente en silencio, y se gira, dando por terminada nuestra conversación, demasiado rápido para mi gusto. Me duele, porque sé que no tengo nada más que decir, y debo irme. Pero al verla caminar de regreso hacia el departamento siento como mi corazón se acelera, desesperado; y corro hacia ella, temiendo que me dé un infarto si se sigue alejando de mí.

-Espera-digo alcanzándola.

Se gira para mirarme, su expresión no ha cambiado ni un poco, sigue odiándome. Duele.

-¿Estás enojada conmigo?-pregunto. Sé que es la más estúpida de las preguntas, pero no se me ocurre nada mejor en este momento, y no puedo ver como se va así tan fácilmente; necesito mantenerla conmigo aunque sea un poquito más.

-¿Enojada?-pregunta con ironía. Sus ojos se llenan de lágrimas en una milésima de segundo, destruyéndome. -Tengo pena Luca. No me has contestado el teléfono en más de diez días. ¿Y ahora simplemente apareces aquí porque quieres ayudar a tu amigo? ¿Sabes la envidia que tengo de Steph en este momento? Han peleado hace solo unas horas y él ya lucha por ella. ¿Sabes cuánto quisiera eso?

Su labio inferior tirita y puedo ver que está conteniendo su llanto, solo porque debe mantener algo de orgullo. No puedo negarlo, sí que soy un imbécil. Su pena me traspasa, porque me imagino cómo me sentiría yo si la situación fuese al revés. Jamás he querido hacerle daño, menos verla llorar por mí; sin embargo, es exactamente lo que he conseguido, tal como Cole me advirtió. Le estoy haciendo más daño que bien con esto.

Intento articular algo, pero no sé qué. No sé qué quiero decir. Son demasiadas cosas y todas se revuelven en mi cabeza. Te amo, perdón, déjame arreglarlo, ven conmigo, ¿puedo abrazarte?, ¿podemos olvidar estas semanas?, quédate conmigo, soy un idiota, te necesito conmigo, nunca más volveré a dejarte, no me dejes.

-Olvídalo-dice de pronto, mientras sigo intentando decir algo como un imbécil mirando mis zapatos. -Vete.

No espera mi respuesta, no ve si pienso irme, simplemente vuelve a girarse y camina a paso rápido, casi corriendo, hacia su edificio. No mira atrás, aunque yo estoy allí, parado y congelado repitiendo una sola palabra en mi cabeza: vuelve.  

EL SOL EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora