Capítulo 4

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Sofía y sus padres llegaron cerca de las siete a Pucón, Esteban los esperaba en el aeropuerto. Ellos vivían en Villarrica, muy cerca de la playa Pucará, una playa artificial del Lago Villarrica, la habían remodelado hacía poco y estaba muy hermosa.

―Hola, tíos ―saludó Esteban, abrazándolos.

―Hola, Esteban, gracias por venir a buscarnos ―agradeció Adolfo.

―No me des las gracias, tío, lo hago con gusto. ―Se volvió hacia su prima y la abrazó―. Hola princesita, ¿cómo estás?

―Bien, primo, feliz de estar acá.

Subieron al auto y Sofía se fue adelante con Esteban.

―¿Cómo está mi hermana? ―preguntó María Elena.

―Esperándolos con un rico desayuno con pan amasado recién hecho, tía.

―Qué rico, a la Nalia el pan amasado le queda exquisito.

―Eso es verdad ―admitió Adolfo.

―La Claudia y mi papá se levantaron temprano para esperarlos.

―Son tan cariñosos, los amo ―añadió Sofía.

―Es que los queremos mucho y los extrañamos, hace tiempo que no nos veíamos.

―Es verdad, primo, hace rato que no veníamos.

―Pero bueno, este fin de semana lo disfrutaremos a concho, el sábado vendrán nuestros amigos, Sofía, tienen muchas ganas de verte.

―Y yo a ellos, iremos a la playa, ¿verdad?

―Claro que sí, El Espigón está muy lindo.

―¡Me encanta ese lugar! ―exclamó Sofía― ya quiero estar allá.

―Ustedes tienen el panorama listo ―repuso María Elena.

―Por supuesto, tía, la Sofi lo pasará increíble, no tendrá tiempo para aburrirse.

―Me alegro ―intervino Adolfo―, Sofía ha estado muy cansada estos últimos días y relajarse le hará bien.

―Nada mejor que un sano carrete con los amigos ―ofreció Esteban―¿Cómo han estado ustedes, tíos? ―se interesó.

―Bien, hijo, bien ―contestó María Elena.

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