Capítulo 16

8 2 0
                                    




Mientras, los chicos en la cafetería conversaban y reían.

De pronto, Isabel se acercó a Vania y le gritó:

―¡Eres una roba hombres! ¿Sabes?

Vania guardó silencio. Juan Carlos se puso de pie y tomando a Isabel de un brazo, la sacó de allí.

―No vuelvas a acercarte a Vania, ¿me oíste?, ya te lo dije una vez y no quiero volver a repetirlo. Yo soy bien hombre para mis cosas, pero si sigues molestando a Vania voy a tener que tomar otras medidas.

―¿Sí? ¿Y qué harás?

―Eso ya lo verás, por tu bien, mantente alejada.

―Juan Carlos, me siento mal, estoy con mareos y vómitos, vengo del baño.

―Habla con tus padres, es tiempo de que les cuentes, igual se darán cuenta.

―No puedo, Juan Carlos, me matarán.

―Ese es tu problema, habla con René y que se haga cargo, pero no vuelvas a acercarte a Vania, o de verdad tendré que hacer algo que no quiero. ―Dicho esto, volvió a la mesa donde estaban sus amigos.

―Espero que no vuelva a molestar o me veré obligado a tomar otras medidas.

―¿Qué medidas? ―preguntó Vania, preocupada.

―En su momento lo veré, Vania, la Isabel me cansó.

José Luis y Paula llevaron a Beatriz a su casa y Juan Carlos y Vania llevaron a Sofía.


Entre tanto, Consuelo llegó donde estaba Marta, sentada en un banco del parque.

―Me aburrió ―confesó a Marta, sentándose a su lado.

―A mí también, si no nos ayuda en la prueba lo haremos solas, el problema es que nos acostumbramos a estudiar siempre con ella, pero podemos hacerlo solas, no somos tontas.

―Eso es verdad, solas podemos, además, nadie nos quiere por culpa de ella.

―Así es, desde ahora seremos las dos y que ella se las arregle sola.

Isabel no sabía lo sola que estaría desde ese momento en adelante.


En Villarrica, Claudia y Pablo estaban en la degustación del menú para la boda.

―Qué rico está todo ―admitió Claudia―, no sé por cual decidirme.

―Yo tampoco, mi amor, está todo muy rico.

―Aunque creo que, no sé, el menú número dos me tinca harto.

―Elige el que tú quieras, mi amor, están los tres ricos y muy linda la presentación.

Lo mismo hicieron con el resto de la comida.

Cuando llegaron a la casa, Esteban les informó:

―Los partes hay que verlos mañana a las seis, para que vayan y elijan el que más les guste.

―Gracias, hermanito.

―Y los recuerditos el lunes a las nueve, si quieren van juntos o yo los acompaño ―ofreció Soledad.

―Gracias, cuñis, se pasaron y mañana en la mañana tengo prueba del vestido a las diez.

Desde el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora