Al día siguiente, Soledad fue a ver a Sofía.
―¿Cómo te has sentido?
―Más o menos, las náuseas no se pasan y menos el cansancio y apareció otro moretón.
―¿Donde?
―En la pierna.
―¿Le dijiste a la tía?
―No, lo vi antes de que tú llegarás.
―Debes decirle.
―¿Para qué? Va a llamar al doctor, y que vaya a verlo, y que el remedio y el examen, aburre.
En ese momento sonó el celular de Soledad.
―Disculpa, es Fer ―dijo sacando su teléfono.
Sofía casi se muere al ver una foto de él en el celular de su amiga.
Cuando Soledad cortó, Sofía preguntó:
―¿Él es Fer? ¿El de la foto?
―Sí, él es mi hermano.
―¿Tienes fotos de él? No lo conozco.
―Sí, claro, mira ―dijo mostrándole algunas fotos de su hermano.
¡Era él! ¡El hombre de los ojos verdes! ¡Fer y él eran el mismo hombre!
―Él es mi hermano, lo quiero mucho.
¡Yo lo amo! Pensó Sofía, pero no dijo nada.
―Ya, amiga, me voy, debo volver a la consulta ―le dijo Soledad dándole un beso en la mejilla―, nos vemos después.
―Chao, nos vemos.
¡No podía ser! ¡Siempre conoció a Fer! Por eso sentía lo mismo por los dos. ¿Cómo podía suceder algo así? Nadie debía saberlo. Él no debía saber que ella lo conocía, porque... él no sabía, ¿o sí? ¿Por qué la miraba de esa manera en la playa y después le hablaba desde el alma? ¿Es que quería jugar con ella? Sintió pena. Tal vez todo lo que le decía era por lástima, por su enfermedad. ¡Qué rabia! Lo que menos quería era lástima. Eso no.
Llamó a Vania, necesitaba decírselo.
―Amiga, ¿cómo estás? ―saludó Vania.
―Vania, necesito contarte algo que no vas a creer.
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Desde el alma
RomanceSofía es una chica de veinte años universitaria, que se dedica solo a estudiar hasta que un día le descubren una terrible enfermedad y entonces se da cuenta de que su vida ha transcurrido entre estudios y libros y no ha vivido la vida de verdad. Pas...