Capítulo 25

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Sonó su teléfono otra vez. Era Lucía.

―Hola, Lucía, ¿cómo están?

―Hola, nosotros bien, ¿y ustedes? ¿La Sofi?

―Mal, Lucía, con mareos, náuseas, vómitos, esto no pasa, amiga, no pasa.

―Mané, hoy es el segundo día, quizá mañana ya amanezca mejor. En la tarde voy a verlas. ―Lucía quería tranquilizar a su amiga.

―Sí, ven por favor, me siento tan sola, recién me llamó mi hermana y no puedo decirle nada...

―Voy para allá y conversamos, ¿sí?

―Está bien, te espero.

―En la tarde estoy allá. Chao, amiga, y tranquila, por favor.

―Si, Lucía, es lo que trato de hacer, nos vemos en la tarde.

Lucía llegó a media tarde y subieron a ver a Sofía quien aún dormía.

―Durmiendo no le dan náuseas ni mareos ―comentó Lucía.

―Así es, dice que abre los ojos y siente que todo le da vueltas.

La dejaron dormir y bajaron.

Se sirvieron un café y salieron al jardín.

―Adolfo, ¿cómo está?

―Muy preocupado, dice que siente impotencia de no poder hacer nada por su hija.

―Sí, eso dijo ayer.

―Hoy almorzó con Diego.

―Sí, él trata de no dejarlo solo.

―Con toda la preocupación que tiene, igual va a la oficina, si no quiere ir, puede quedarse , pero la cosa no funciona si se queda acá ―se lamentó María Elena.

―Pero por lo menos en el trabajo se distrae un poco, quizás acá no sabría qué hacer.

―También eso es verdad, pero me llama muy seguido para saber cómo está la Sofi y cómo estoy yo.

―Claro, si está preocupado y no es para menos. Mané... ¿Por qué no le contaste a tu hermana cuando te llamo? Las dos son muy unidas.

―Por la boda, Lucía, si te dije.

―Sí, pero creo que ella debiera saber, solo ella y tu cuñado, tú necesitas su apoyo, el apoyo de tu familia, creo que ella se va a sentir cuando se entere.

Desde el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora