―¿Cómo está tu moretón? ―le preguntó Claudia a su prima.
―No sé... a ver ―respondió Sofía levantándose el pijama y dejando el brazo al descubierto―, ahí está.
―Qué raro, si te hubieses pegado tendría que haber sido fuerte.
―Por cómo está, sí, y me habría dado cuenta.
―Si vuelven a aparecer anda al médico.
―Ojalá no aparezcan, no quiero ir.
―Igual al almuerzo comiste poco.
―No tenía hambre, voy a dormir, tengo sueño, chao, prima.
―Chao.
Al día siguiente el movimiento en la casa empezó cerca de las nueve, no había para que levantarse tan temprano, aunque Nalia sí lo hizo, como siempre, para hacer pan amasado.
Las chicas tomaron desayuno y luego, entre todos, lavaron, secaron y guardaron todo. Sofía y Claudia subieron a la habitación y Esteban salió al jardín con sus padres y tíos.
―Les tocaron lindos días ―comentó Carlos.
―Ni una lluvia poquita ―añadió María Elena―, en Santiago llueve muy poco, casi nada, ya no es como antes.
―Es verdad ―admitió Adolfo―, mucho frío, pero nada de lluvia y la contaminación, terrible.
―Por eso me gusta acá ―exclamó María Elena―, hay tanto verde y la vista desde acá es hermosa.
―Sí ―expresó Nalia―, desde aquí ves el lago, el volcán, los árboles, es muy lindo aquí.
―Sí ―añadió Adolfo―, tienen una vista privilegiada, parece que siempre estuvieran de vacaciones. Mané, ¿no has pensado en venir a vivir acá una vez que la Sofi termine la U?
―¿Tú lo has pensado? ―preguntó ella.
―Yo sí, muchas veces, pero no había dicho nada porque la Sofi tiene su vida en Santiago y no sé si le gustaría vivir acá.
―A mí, sí, de todas maneras ―confesó María Elena.
―Igual hay que preguntarle a ella ―intervino Esteban―, su vida está en la capital.
―Es verdad ―admitió Adolfo.

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Desde el alma
RomantizmSofía es una chica de veinte años universitaria, que se dedica solo a estudiar hasta que un día le descubren una terrible enfermedad y entonces se da cuenta de que su vida ha transcurrido entre estudios y libros y no ha vivido la vida de verdad. Pas...