CAPÍTULO 8

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El pope siguió hablando con seriedad mientras Anastasia veía venir con fuerza la tormenta. La veía en la pose y el lenguaje corporal de Keelan, pero por alguna razón su cerebro seguía procesando en primer plano la forma en la que sus ojos azules se veían tormentosos y tentativos.

—¿Te parece divertido lo que hiciste? ¿Hacerme caer en tus engaños para suplantar a tu hermana?—preguntó Keelan sin poderse contener. — ¿Este era el plan desde el principio, cambiar de lugar con Elora?—agregó de forma impulsiva.

Ana se sonrojó a más no poder. Él furioso y ella sólo pensando idioteces.

—No... Yo...—intentó conseguir las palabras correctas.

—No te ofendas, pero yo no quería casarme contigo. No eres lo que yo estaba esperando. Necesitaba a Elora por...—intentó explicar él y de pronto se dio cuenta de lo mal que sonaban sus palabras.

—Lo sé. —respondió ella secamente.

Él vio en sus ojos algo que no pudo identificar.

—No es mi intención insultarte, lo que quiero decir es que yo no quiero que mezcles...—intentó decir él, sintiéndose de pronto culpable y al mismo tiempo estúpido por sentirse así.

—No me siento insultada. Ni estoy esperando nada de ti. —respondió ella, interrumpiéndolo.

Keelan no supo cómo reaccionar. Lo frustraba un poco el hecho de que ella pareciera "saber" todo lo que él quería decir.

En otras circunstancias, seguramente le habría caído bien porque era directa e inteligente, pensó él.

Pero ahora mismo se sentía un poco insultado con su actitud.

¿Realmente se sentía tan... Desinteresada en él?

¿Así no más le decía que ella no se ofendía por sus palabras?

¿O sólo estaba fingiendo? No sería la primera vez que lo engañaran los Makris, pensó con rencor.

No estaba de buen humor gracias a eso.

Hasta él sabía que esa no era la mejor forma de iniciar un matrimonio, por conveniencia o no, seguía siendo desleal lo que le habían hecho.

—Se burlaron de mí y de mi familia... Yo no soy de los que olvidan y perdonan. —amenazó.

Ella frunció el ceño por un segundo, pero desapareció enseguida como una sombra, dejando en su lugar una expresión serena y compuesta.

—Cómo podrás notar por mi peso, yo no soy de las que pierden el apetito por las preocupaciones y no pienso dejar pasar el banquete de la boda por tus amenazas... Así que, para cómo yo lo veo, tocará aceptar nuestros placeres culposos, esposo mío. —dijo ella como si nada y a Keelan casi se le afloja la mandíbula por sus palabras.

¿Placeres culposos había dicho?

Joder con la esposa sustituta, ¿en qué se había metido?

Keelan se sentía extraño, cómo si algo le estuviera haciendo cosquillas en interior del pecho.

También se sentía como que había perdido en la conversación.

Él odiaba no tener la última palabra en una discusión. Siempre ganaba y obtenía lo que quería, hasta en cosas simples como una conversación.

Pero en ésta ocasión ella había obtenido la última palabra y él, extrañamente, no se sentía molesto por eso.

Aún no lograba definir si el sentimiento extraño se debía a su boca inteligente o a su agudo sentido del humor, pero fuera lo que fuera, se sintió repentinamente tentado a besarla.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora