CAPÍTULO 17

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Para aliviar la incomodidad del momento, Basil tomó la tabla de surf bajo un brazo y salió del mar en dirección a su hijo.

—Entonces es hora de ir a comer... ¿Vienes?— le preguntó a ella, mirándola sobre su hombro.

Ana dio un vistazo en dirección a la casa y una vez más vio cómo una sombra caminaba hacia la escalinata de la casa. Ahí estaba, su guardaespaldas que aun no se presentaba.

Sacudió la cabeza de un lado a otro.

—No, creo que descansaré un rato. Nos vemos mañana, gracias por las lecciones de Surf. —respondió Ana sonriendo, para ocultar el hecho de que se sentía un poco confundida por la actitud de él.

Eso y el hecho de que debía ser cuidadosa porque Keelan le había enviado un espia.

—Mañana continuamos. —dijo él sonriendo.

—Adiós, Ana. Descansa mucho, ¡ya verás que mañana sí lo logras! —la animó Eliana con su voz alegre.

—Chao, Anna. —se despidió Elian con seriedad, como todo un pequeño hombrecito.

Anastasia los vio caminar en dirección a su casa y suspiró.

Entró a casa y decidió prepararse una carbonara. Ella amaba la comida italiana y últimamente se le antojaba mucho comer pastas. De todas las formas y presentaciones, con mucho queso fundido y salsa.

De sólo pensarlo se le aguaba la boca.

Almorzó y luego decidió tomar una siesta.

Mientras dormía, soñó con Keelan.

Soñó con la noche en que estuvieron juntos.

Su toque y su aliento por todas partes la llevaron al borde del abismo, podía sentir todo tan real y vívido en el sueño.

De pronto cayó en cuenta de que sólo era un sueño y despertó violentamente.

Se sentó en la cama con brusquedad y un mareo la cegó durante un par de minutos.

Se recostó sobre su espalda de nuevo y suspiró sintiéndose frustrada.

Se mantuvo mirando al techo hasta que el mundo se estabilizó.

No era estúpida, tenía frustración sexual. Había leído demasiados libros de romance erótico como para tener un conocimiento decente sobre el tema.

Había soñado con Keelan y esa noche. Sabía que su cuerpo estaba listo para llegar a la cúspide del placer.

Era una locura. Su corazón martilleaba violentamente dentro de su caja toráxica recordándole lo mucho que sintió en ese sueño.

Y de pronto, las náuseas de hace un par de días y los antojos de pastas que había tenido, se le vinieron a la mente.

Un maremoto de pensamientos la arrolló y rápidamente bajó de la cama.

Entró al baño y de miro en el espejo de cuerpo completo que tenían allí.

No vio nada diferente en su cuerpo, además del nuevo bronceado natural que lucía.

Ni siquiera parecía haber aumentado de peso, pensó al ver su vientre igual que siempre.

Se sintió tranquila por unos segundos, hasta que recordó el calendario.

Su estúpido calendario menstrual que no fallaba.

Anastasia sintió que la realidad le cayó encima como un balde de agua fría.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora