CAPÍTULO 44

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Se sentía muy nervioso, sentía que las manos le picaban por tocar la piel de Anastasia.

Deseaba besarla, tocarla, saborearla y hacerle el amor. Era un deseo profundo, latente.

El pensar en que ella era suya, su esposa, le hacía sentirse no solamente merecedor; sino el único dueño de sus caricias, de su cuerpo y hasta de sus sentimientos... Pero él sabía que ese tipo de cosas requieren entrega de ambas partes.

O al menos eso sentía.

Estaba seguro de que, para una mujer como ella, todo eso iba a significar más.

Más que sólo sexo. Más que sólo un matrimonio. Más que sólo pretender que ella fuera suya.

Si él daba ese paso, Anastasia iba a querer reclamarlo para ella (tal y como él quería reclamarla), pero aún no se sentía listo. Él deseaba pedirle a ella algo que no estaba dispuesto a dar... Porque aún había algo que lo aferraba a su vida de hombre solitario e independiente.

Quizá en ese momento no lo entendía, pero lo único que sentía era miedo. Miedo a no ser lo que ella esperaba o necesitaba. Miedo de darse cuenta que al final la vida de hombre de familia no era para él. Temía que una vez más le fallaran y tuviera que retirarse sólo, después de la guerra, a lamerse las heridas.

Ya conocía cómo se sentía eso de no encajar en una familia... Sería peor formar una y darse cuenta que ni siquiera en su propia familia encajaba.

Eran tantos traumas y tantas cosas con las qué luchar.

Keelan no había soltado esa carga de más... Él aun no había escogido dejar el pasado atrás.

Mirándola allí, pudo entender eso.

Su pecho comenzó a tener una sensación de asfixia... Keelan sintió que algo le apretujaba el pecho. Cada segundo era más fuerte y la humedad dentro del baño no le ayudaba.

No tardó en hiperventilar, lo que alertó a Anastasia de su presencia en el baño.

Ella giró asustada, pero él no la vio porque salió de ahí justo cuando ella se volteó.

Anastasia sentía los nervios a flor de piel. Cerró la llave del agua y respiró profundo.

Su esposo la había estado viendo mientras se bañaba... Lo vio.

Vio su espalda musculosa justo antes de que saliera del baño... Y se sintió bien.

Era algo cómo... Excitante, saber que Keelan había estado espiándola en el baño.

Decidió que lo mejor era prepararse para la guerra, así que tomó su crema humectante favorita y la aplicó en sus brazos y piernas con rapidez.

Terminó de secar su cuerpo y desenredó su cabello.

Una vez que terminó, Anastasia emprendió su regreso al elegante dormitorio principal del yate, en el que su esposo había dejado el equipaje antes.

Mientras iba caminando por el largo pasillo, sintió miedo.

Se sentía nerviosa de solamente pensar en estar sola con su esposo en el dormitorio. Era algo un poco estúpido, ya que tenían un par de días durmiendo juntos (que, por cierto, se sentía como si fuera una eternidad), pero de alguna forma era diferente.

En casa les rodeaban los recuerdos de sus inicios y tenían presente la forma en la que habían terminado juntos... Pero ahí, en ese momento, se sentía como que eran simplemente ellos.

No había nada que les prohibiera hacer lo que sentían.

Anastasia no pudo evitar pensar en sus defectos, sabía que la falta de autoestima era algo deprimente y poco sexy, pero era una realidad y luchaba con ella a diario.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora