CAPÍTULO 10

19.5K 1.2K 7
                                    


Anastasia caminó hasta el vestuario de la habitación y tomó lo primero que le pareció adecuado.

Era un vestido de espalda descubierta, que traía almohadillas a la altura de los pezones. Anastasia no estaba acostumbrada a usar ése tipo de ropa, pero bien que sabía que lo mejor era cumplir con su papel de esposa digna de un Vasileiou.

Ignorando el hecho de que no estaba usando pantys ni brasier, se quitó la bata y rápidamente se enfundó en el vestido.

Una vez que estuvo lista, se dio ánimos, girándose para acudir al encuentro de Keelan.

Pero él ya se encontraba allí, por lo que chocó con el pecho de su esposo y no pudo evitar el sonrojo.

Sabía lo que había pasado entre ellos, ella creía que jamás podría olvidarlo, la verdad... Pero no podía seguir permitiéndole libertades a alguien que no la quería en su vida.

Había tenido acceso a su cuerpo una vez... Pero eso no estaba en el panorama si no iba a darle su lugar, porque a pesar de todo, Anastasia sabía que era valiosa.

— ¿Estabas espiándome?—preguntó ella en un murmullo irritado.

—¿Cuenta como "espiar" si eres mi esposa?—preguntó él rápidamente con una sonrisa socarrona. —Además, tú y yo sabemos que no hay nada que no haya visto ya.—agregó con ironía.

Ella tomó aire, sintiéndose mal por sus palabras. Sabía que había cometido un error, pero tampoco era una casquivana.

Decidió ignorar lo último.

— ¿Ahora soy tu esposa?... ¿No que eras de los que no olvidan ni perdonan una traición?—atacó Ana sin piedad.

Él cambió su expresión, de una burlona a una enojada, en un segundo.

— ¿Aun no tienes claro que ya eres mía? ¿No has entendido que ante todos eres mi esposa? ¡Te convertiste en una Vasileiou hace un par de horas, Anastasia! —gritó haciéndola estremecerse un poco. —Si aún no terminas de procesarlo, pues ve haciéndolo. Esto era lo que querías, ¿no?—preguntó él acercándose.

—Yo sólo quería salvar a mi familia de la desgracia. Mi hermana desapareció y no podía dejar a mis padres a la deriva...—comenzó a explicar ella.

— ¡No era tu trabajo hacerlo!... ¡Elora era la indicada, no tú con tu boca... !—exclamó él jadeante.

Ana ignoró la punzada que sintió en el pecho.

— ¡Inteligente!... ¡Ya lo sé!—exclamó ella con el mismo furor.

— ¡Sí!— respondió él ofuscado y rápidamente intentó recuperar la cordura. Estaba respirando con dificultad y sentía un desastre en la mente. —Debemos irnos. —indicó dando por terminada la conversación y su esposa no respondió.

Él le dio un vistazo de soslayo y notó que ella estaba como si nada.

Lo siguió en silencio como una esposa griega digna de la actitud de una reina y a Keelan le pareció que nada le había molestado más (en todo el día) que esa actitud de mujer sumisa.

Se sentía confundido.

¿No era eso lo que él quería hace un rato?

Anastasia iba pensando a mil kilómetros por hora en el auto, mientras él conducía.

No sabía si era por la velocidad o por los nervios, pero estaba comenzando a sentir náuseas.

Keelan estaba conduciendo muy rápido, pero honestamente descubrió que eran sus pensamientos los que la abochornaban.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora