CAPÍTULO 47

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El sonido no le hizo justicia a lo fuerte del golpe, Keelan sentía su piel escocer en donde ella lo había golpeado.

Estaba aún más furioso luego del golpe, pero se recordó a sí mismo una y otra vez que era una mujer, era su esposa y encima estaba embarazada.

No podía ponerle una mano encima, de ninguna forma... Pero estaba desesperado por castigarla de alguna forma.

Ambos parecían congelados, él procesando cómo reaccionar y ella a la expectativa de cómo iba a reaccionar.

—¡En tu vida se te ocurra volver a pensar siquiera en faltarme el respeto! —gritó ella y no pudo contener el llanto, sus hormonas estaban a toda marcha.

—¡¿Qué quieres que haga cuando estás desnudándote en plena cubierta?!—le respondió él enojado, pero en un tono de voz bajo.

—¡Estoy intentando llamar tu atención pedazo de imbé...! —comenzó a gritar ella pero los labios de Keelan sobre los suyos no la dejaron continuar.

Él ya no soportaba ese castigo, su cuerpo clamaba por ella y al demonio todo lo demás.

Abrió más la boca, accediendo a la cavidad de Anastasia.

Ella se dejó hacer, presa de las sensaciones que tanto había estado anhelando.

A tropezones, caminaron hacia el pasillo de la suite principal en la que ella había estado durmiendo.

Entraron y Keelan la besó a profundidad para luego detener el beso.

Ya había decidido, iba a ofrecerle todo y nada a la vez.

Anastasia entendió qué quería hacer y tomó ventaja.

—Antes de que siquiera dudes o pienses, voy a demostrarte que puedo ser una muy buena esposa. La mejor para ti. —ofreció levantando la barbilla en un gesto de desafío que lo calentó.

Ella asintió con seguridad, poniendo una mano abierta sobre el pecho de su esposo y lo guio al sofá, que estaba a unos pasos de la cama.

Él la observó impresionado, dejándose guiar por ella, se sentó.

—Bien... He pensado en que te gustan mucho los tratos de ganar-ganar. —comenzó a decir, al tiempo que desabotonaba la camisa blanca que estaba usando su esposo. —Y me di cuenta de que la única que ganó en la partida anterior fui yo. —agregó.

—¿Cómo puedes hablar de nuestros encuentros como si fueran un partido de ajedrez o damas chinas? —preguntó él de pronto, por la frialdad con la que ella mencionaba sus encuentros. Para ser una virgen la primera vez que estuvieron, Anastasia se estaba tomando el sexo con él de una forma muy relajada y eso lo incomodó.

No le gustó.

Anastasia lo ignoró y cuando terminó con los botones, le sacó la camisa. Mientras lo hacía no perdió oportunidad de toquetearlo por todos lados y notó cómo a Keelan se le erizaba la piel.

—¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Quieres hacer como si me devolvieras el favor? —preguntó el rápidamente. —Porque no me gustaría que... —intentó agregar. Ella lo interrumpió con un beso corto que los sorprendió a ambos.

—No estoy devolviéndote el favor, quiero disfrutarte cómo tú me disfrutaste, Vasileiou. —dijo ella y él tomó aire al escuchar la forma en que lo había llamado. No sabía por qué, le gustaba que ella lo llamara por su nombre, pero cuando usaba su apellido, sonaba como si estuviera hablando muy en serio con alguien de confianza y que al mismo tiempo le respetaba... Era tan confuso.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora