Unos golpecitos en el vidrio que dividía el área de la piscina de la sala hicieron despertar a Basil.
Al principio, a causa de la resaca, no podía ni siquiera parpadear bien.
Sus ojos parecían tener alfileres por detrás y su cabeza se sentía como si estuviera punto de explotar.
El ruidito insoportable seguía, y cuando él logró levantar la mirada, no le sorprendió encontrarse con un cabello rojo refulgiendo bajo el sol de la mañana.
Ahí afuera estaba ella.
La niñera de sus hijos no perdía oportunidad de mirarlo como si fuera la peste.
En ese momento lo miraba como si fuese el peor ejemplo de padre que había en la tierra y lo peor, es que él pensó que ella tenía razón.
Basil miró hacia el frente y se dio cuenta de que Keelan estaba totalmente dormido.
Pensó que lo mejor era no despertarlo, pues sabía que había tomado mucho más que él mismo.
Caminó con cuidado hacia la puerta de cristal, sintiendo que cada paso era una punzada para su cerebro. Abrió, prácticamente invitándola a entrar, pero la pelirroja diminuta no pasó.
Se quedó en el umbral de la puerta mientras él seguía sosteniéndola abierta para ella.
—¿Qué? ¿No vas a pasar? —preguntó él de malhumor.
Ella negó; sólo lo miró fijamente con decepción y negó con la cabeza de nuevo, sólo que esta segunda vez lo hacía parecer más como un gesto de indignación que de decepción.
—¿Tienes algo que decirme? —preguntó irritado. Ella lo miró por un par de segundos más y luego simplemente se dio la vuelta sobre sus talones.
Dejándolo con la pregunta sin responder, emprendió su camino de regreso a la casa de Basil; donde los niños la esperaban preocupados, porque su padre no había pasado la noche en la casa.
Keelan ni siquiera supo cuándo despertó o cuánto tiempo había pasado.
Sólo supo de sí mismo cuando logró llegar al baño y darse una ducha.
Luego de desayunar, se sentó cerca del teléfono fijo que había en el comedor; al pendiente de alguna llamada o mensaje importante.
Pero no lo contactó nadie, ni siquiera del trabajo.
Pensó en que de seguro así se sintió Anastasia el tiempo que él la dejó sola en la casa.
Él era un idiota, pero parecía que cada día que pasaba, lo comenzaba a entender mejor.
De pronto, recordó que no había encontrado el teléfono en el yate. Se preguntó dónde estaría y recordó a Anastasia. Justo en ese instante, el flash de un recuerdo en su memoria le hizo identificar dónde fue que vio por última vez su teléfono.
Había entregado su teléfono a su esposa cuando estaban en la isla, justo cuando bajaron del yate.
—¡No puede ser! ¿Cómo pude haberlo olvidado? —exclamó sorprendido, al tiempo que usaba el teléfono fijo para marcar al número de su teléfono móvil.
Todo comenzó a hacer click en su mente.
Por supuesto, ahora todo encajaba.
Su esposa había llamado a Basil de su propio número de teléfono. Siguió marcando por un buen rato, pero siempre decía lo mismo; el teléfono estaba fuera de servicio.
La voz de la operadora lo comenzó a poner de los nervios otra vez.
¿Le había pasado algo a Anastasia después de qué se contactó con Basil?
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ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
Roman d'amourAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...