CAPÍTULO 50

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—Quiero una tortilla... Oh, y también zumo de naranja. —pidió y Keelan decidió pedir lo mismo que ella. Secretamente se preguntó si ella ya había comenzado a sentir antojos o a demostrar intolerancia por algunos alimentos, pero luego pensó en que era imposible que eso hubiese sucedido y él no lo notara. Últimamente pasaban tiempo juntos. Él nunca la había visto hacer una arcada o pedir algo con mucho énfasis. Al menos no después de verla comer en el pasillo de la casa playera antes de salir.

Mientras él pensaba, Anastasia seguía disfrutando de la vista que le brindaban los alrededores.

En la terraza habían macetas con flores de colores muy vivos, tanto que parecían resultado de su imaginación.

A un lado pudo ver un pequeño grupo de árboles bastante exóticos.

Notó que había al menos media docena de mesas de madera y sillas en el espacio en el que se encontraban... Sólo que ellos eran los únicos que ocupaban una mesa.

Desde su posición se podían oír las voces provenientes del área de la cocina del restaurante... Lo cual le extrañó, pues estaba segura que ese restaurant daba la impresión de ser muy concurrido.

—Es extraño que no haya más clientes, ¿No crees? ¿Por qué no habrá nadie más? —le preguntó ella con cautela, comenzando a imaginar escenarios que incluían roedores, cucarachas y cualquier cosa alarmante por la que posiblemente no tenían clientes.

—Es porque reservé toda la terraza. —respondió él sin más.

—¿Por qué ibas a hacer eso? —preguntó ella confundida.

Él se vio nervioso de repente, pero rápidamente cambió su expresión a una indiferente y se encogió de hombros.

—Simplemente quería privacidad... —respondió.

—¿Por qué ibas a quererla? Somos un par de turistas, como cualquier pareja que... —comenzó a cuestionar y él la interrumpió.

—¿Por qué necesitas cuestionar mis decisiones? ¿Por qué no puedes simplemente dejarte llevar? —le preguntó con un gesto de perplejidad que la sorprendió. Es como si no pudiera creer que ella naturalmente era así.

Keelan en realidad estaba sorprendido de la suspicacia que Ana demostraba.

¿Era tan fácil para ella descubrirlo?

¿Se notaba que él estaba tratando que mantener su visita a la isla lo más secreta que fuera posible?

Intentó disimular su nerviosismo dándole un trago a su agua.

—¿Por qué iba a dejarme llevar cuando puedo marcar el ritmo? —le respondió ella dándole una mirada sugestiva a Keelan por debajo de las pestañas.

Él quiso reír y al mismo tiempo hablar, darle una respuesta inteligente que la hiciera creer que no podía dominarlo con sólo mirarlo así... Pero lo único que consiguió fue ahogarse con el agua.

Anastasia rió suavemente cuando él comenzó a toser de forma estrepitosa.

—Veamos si, como ruges, comes. —logró responder él en medio de su ahogo.

Ella le regaló una gran sonrisa y justo en ese instante, llegó el camarero con su comida.

Viendo la pajilla con maldad, ella bajó sus labios y la cubrió para dar un sorbo.

Soltó un gemido atrevido y vio cómo el camarero se alejó avergonzado de presenciar el momento, tanto íntimo como sugestivo, de la pareja.

Ella tragó el zumo y esbozó una sonrisa coqueta.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora