Una semana dio paso a otra y así sucesivamente hasta que el clima comenzó a refrescar. La temperatura estaba disminuyendo en el ambiente, pero ningún grado bajo cero se comparaba a lo congelado que se encontraba el corazón de Anastasia.
Se sentía más sola que antes, porque ahora había pasado más tiempo desde su boda y era un hecho palpable que sus padres no la extrañaban.
Elora no había intentado contactarse desde que desapareció, ni siquiera para decirle que le estaba yendo bien.
Su hermana había sido lo más cercano que tuvo a una amiga, no eran de pasar mucho tiempo juntas, pero cuando compartían Ana se sentía en confianza... Como si siempre pudiera contar con su hermana mayor.
Ahora sentía que no tenía absolutamente nada. Estaba sola, encerrada en la casa sin nada más que sus pinturas y algunas revistas que había ido comprando.
Pero a pesar de todo, tenía un rayito de luz en su vida.
Lo único que la hacía feliz, lo único que la distraía, eran los niños.
Los niños... Y también el padre, debía reconocerlo.
Aunque luchara por no admitirse lo cómoda que se sentía con Basil, las cosas estaban fluyendo solas.
Ya lo consideraba su amigo gracias a pequeños detalles que tenía con ella, como cargar el caballete o traerle una sombrilla para que el sol no la quemara tanto mientras pintaba.
Esos pequeños detalles de él hacia ella eran los que la tenían un poco pensativa. Anastasia no era idiota, ella sabía que la convivencia jugaba un papel importante en las relaciones, fueran de amistad o con fines románticos, y Basil se estaba ganando demasiados puntos con esos detalles desconsiderados.
No quería sentir confusión sobre sus sentimientos hacia él. Quería tener claro todo, por ella principalmente... Pero también por Keelan.
Era su esposo a pesar de todo, lo último que quería era afectarlo con sus acciones.
Anastasia era una mujer de principios y no iba a negociar con ellos. Él iba a tener que entender que así como ella iba a respetar su unión, asimismo debía hacer él.
Suspiro, pensando en que las cosas sonaban muy hermosas en su cabeza, pero sólo Dios sabía qué iba a pasar con su matrimonio.
Desde su lugar en el sillón de la sala, pudo ver a través de la pared de cristal cómo los pequeños llegaban a la playa.
Miraron hacia ambos lados buscándola y luego miraron hacia su casa. Ella levantó la mano saludándolos y ellos se emocionaron, moviendo sus manos en el aire en forma de saludo.
Eran muy dulces. Anastasia sintió cómo se le apretujaba un poco el corazón. Eran hermosos y tan bien portados que la conmovían hasta las lágrimas en ocasiones. No tuvo muchas oportunidades de compartir con pequeños en el pasado, pero ahora sabía que se le daban muy bien. En ocasiones desayunaban juntos, luego nadaban, hacían excursiones por la playa y búsquedas de tesoros.
Eran la mejor compañía que Anastasia había tenido en años o al menos así se sentía; no esperaban nada de su parte, sólo que fuera ella misma.
Siempre intentaban hacer algo nuevo, siempre querían distraerse.
Ana se preguntaba qué cosa sería de la que querían distraerse Basil y sus hijos.
Ella se quería distraer para no pensar en Keelan, en que estaba casada con alguien que la rechazaba y que encima, desde su matrimonio, su familia actuaba como si ella no existiera.
ESTÁS LEYENDO
ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)
RomanceAna nunca ha sido el primer lugar... Pero, después de tanto tiempo sumida en una vida solitaria, por fin la vida le da la oportunidad de hacer algo diferente. Ella finalmente podrá ser alguien en la sociedad griega y, al mismo tiempo, salvará a su...