CAPÍTULO 15

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Esperó un segundo a que él le diera la cara, pero él no se giró.

—¿Sucedió algo?—preguntó ella asustada.

—No, sólo vine a buscar algo que dejé.—gruñó él y lo vio seguir caminando. Ella no podía creer lo grosero estaba siendo. Lo siguió y le vio bajar las escaleras rápidamente, como si huyera del demonio.

—¡No puedes sólo irte después de dejarme aquí encerrada como un oscuro secreto!—gritó ella molesta y alcanzó un pincel que había dejado sobre una mesa, al lado de un jarrón.

Apuntó y lo lanzó directo a la cabeza de su esposo.

Él gruñó adolorido y se llevó la mano a la cabeza al tiempo que giraba sobre sus pies encarándola.

—¡¿Pero qué te...?!—comenzó a gritar, pero ella vio como morían las palabras en su boca justo cuando bajaba su mirada a sus piernas desnudas.

—¡Exijo una explicación!—gritó enojada, ignorando la forma en la que la hacía sentir su mirada sobre su piel desnuda.

— ¡¿Quién te crees para exigir cualquier cosa?!—le respondió furioso, acercándose peligrosamente a ella.

Su rostro a unos centímetros del suyo. La cercanía le permitió percibir su perfume.

Su presencia la hacía sentir terriblemente pequeña y débil, como si fuera una niña.

De una forma vergonzosa, notó cómo sus bragas se humedecían.

Estaba excitada por la actitud de Keelan.

¡Qué Dios la perdonara, pero lo estaba!

¿Podría él notar eso desde su posición?

—¿Que quién soy?¡Nada más y nada menos que la mujer a la que no quieres dejar libre! ¡Tu esposa, lo quieras o no!—gritó ella indignada.

¿Por qué no le daba el divorcio si odiaba tanto que le exigiera nimiedades?

—Ya te dije que las cosas son... Complicadas.—gruñó como única respuesta.

—Lo serían si tuvieras una esposa molesta, pero para tu suerte me tienes a mí y yo sólo quiero irme lejos de aquí. —refutó ella confiadamente.

—No.—gruñó él por instinto.

—Lo juro... No voy a molestarte, al contrario, quiero desaparecer de aquí y ser libre de tomar mis propias decisiones, no sólo ser una mascota para ti.—susurró ella con convicción.

—De aquí no te irás, y menos con un hijo mío en el vientre. Ya te lo dije antes. —amenazó Keelan.

—¿Por qué no me escuchas? ¡Ya te dije que no...!—comenzó a preguntar ella, poniendo los brazos en jarras, sus manos en las caderas.

Keelan tuvo un impulso violento de tomarla por la cintura y besarla.

No pudo contenerse y lo siguió.

Cuando Ana procesó que estaba siendo besada por su esposo, ya era tarde. La pasión hizo mella en ella, dejándola sin aliento.

Estaba besándola con dedicación, con entrega y ella pensó que iba a desmayarse allí mismo.

Los dientes y la lengua de Keelan estaban en todos lados por su propia boca.

Él estaba degustando, mordiendo, probando.

Devorándola como un león a su presa y ella no podía sentirse más contenta.

Keelan se movió un poco y de pronto ella sintió cómo la fría pared hacía contacto con la piel de su trasero.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora