CAPÍTULO 63

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—¿Cuánto crees que tardemos en hacer el segundo bebé? —preguntó divertida y él tragó grueso.

—¡Ni siquiera ha nacido el primero! —exclamó sonrojándose.

—Quiero que me hagas todos los bebés del mundo... Debo confesar que cuando me hablas así, me pongo caliente. —admitió Anastasia y su esposo se sonrojó aún más.

—Si no estuvieras embarazada, estuviéramos en el asiento trasero, asegurándonos de poner un bebé en esa matriz. —dijo Keelan con la voz ronca, dándole un beso rápido y rudo.

Anastasia se quedó pasmada y totalmente dispuesta a irse al asiento trasero, pero su esposo tenía otros planes pues salió del auto y cerró la puerta rápidamente.

Caminó rodeando el auto y le abrió la puerta a ella.

—¡Vamos, hermosa! —la llamó divertido, totalmente consciente de que su esposa aun estaba procesando sus palabras.

—No pienso bajar de éste auto hasta que no hagas eso que dijiste. —comenzó a decir al tiempo que intentaba irse a la parte de atrás.

Keelan rió divertido y la tomó en brazos, sacándola del auto.

—¡No vamos a hacerlo a plena luz del día en el auto! ¿Y si alguien nos ve y llama a la policía? —indicó él sonriendo al tiempo que la dejaba de pie en la acera y cerraba la puerta de copiloto, para luego activar el seguro de las puertas.

—¡No puedo creer que me niegues tanto el... !—comenzó a exclamar ella y él cubrió su boca con su mano.

—¡Vamos a alimentar a mi hijo y después hablamos de tus otros apetitos! —bromeó y entraron al restaurante.

Ana decidió guardarse la respuesta que tenía a eso.

Estaba muy dispuesta a satisfacer a su esposo mientras satisfacía su propio apetito, pero estaba segura que él no se sentiría cómodo caminando con una tienda de campaña en el pantalón después de que ella dejara caer la sugerencia en voz alta.

Almorzaron disfrutando del paisaje y de arrumacos que se daban.

Las personas los miraban sorprendidas, pues él se mostraba atento y muy romántico, sin poder dejar de acariciar el rostro o el cabello de su esposa.

Ana se sentía flotando en una nube de amor y caricias.

Keelan la estaba haciendo caer duro por él, sólo esperaba que cada día pudieran afianzar aún más su amor.

—¿Sabes qué olvidé decirte? Los precios de Mykonos son muchísimo más elevados que los de Paros o las otras islas. Específicamente sus precios en cuanto a alojamiento y hotelería en general. —informó Keelan al tiempo que tomaba una cucharada de su porción de tarta y la acercaba a la boca de su esposa. Ella lo comió y tragó con rapidez.

—¿Crees que sea más visitada que las demás islas? ¿Puede que sus precios estén relacionados con eso de las ofertas y demandas? —preguntó ella con curiosidad.

—Quizá lo llamen de otra forma en el turismo, pero sí. Para mí sí se debe a eso la diferencia de los precios. —aceptó Keelan probando él mismo su tarta.

—Es relativamente corta la distancia desde el muelle hasta acá, asumo que así ha de ser con todo en la isla... Es el destino perfecto para quienes quieren viajar a un único lugar. —murmuró Ana y luego abrió la boca al ver que su esposo acercaba otra porción de tarta a sus labios.

—Si, pequeña genio. Es así... No pensé que estuvieras prestando atención a la distancia. —se burló él con los ojos brillando de cariño.

—Pues sí que presté atención, ¿Qué crees? ¿Qué sólo puedo pensar en tu p3ne las veinticuatro horas del...? —preguntó en un tono de voz demasiado alto.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora